Del cubo de agua al mosquito

A CORUÑA

Los métodos para disolver el botellón y sus efectos perniciosos han ido desde echar amoníaco por la ventana a dejar masivamente basura, pasando por lanzar huevos

11 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Asomó su cabeza en la década pasada, pero en esta pasó a convertirse en una de las pesadillas vecinales por antonomasia. Nos referimos al botellón, reuniones nocturnas de jóvenes en espacios públicos basadas en dos principios: beber barato y socializar. Al margen del problema de salud pública (el mismo que se puede registrar en los pubs o bares, por otra parte), en principio no existe nada malo en esa modalidad de ocio juvenil. En la práctica, sin embargo, los ruidos, destrozos y residuos lo han convertido en objeto de iras de muchos.

El anuncio de que el pasado jueves se iba a instalar en los jardines de Méndez Núñez el Mosquito MK4, un aparato que emitía un desagradable disuasorio solo audible por menores de 25 años, desató la polémica. Se trataría, de haberse utilizado, del último intento de repeler a los botelloneros de sus lugares de reunión o minimizar los efectos secundarios de la práctica. Pero no del único.

Ya en el verano del año 2004 el Ayuntamiento instaló ocho cámaras en la plaza del Humor -entonces el epicentro del botellón-, en vista de los constantes actos vandálicos que se registraban en la zona y que tenía en la nariz de la escultura de Castelao su blanco favorito. El éxito de la medida hizo que en los alrededores se multiplicasen las peticiones, pero el botellón continuó. Y con él el resto de las molestias.

Estas se fueron arrastrando año a año hasta que, durante el verano de 2007, la chispa vecinal estalló. El botellón se había desdoblado, practicándose en el Humor, pero también en la plaza de Azcárraga de un modo masivo, llegando a registrar hasta 2.000 personas. Los vecinos de esta última zona no lo dudaron y se echaron a la calle exigiendo una solución. Mientras, algunos empleaban métodos más toscos. Un hostelero de la zona salía cada cierto tiempo con un cubo con agua y lejía para verterlos en los alrededores de su local. En otro, acuñaban a los clientes al consumir y solo a esos se les permitía usar el baño.

Las constantes protestas vecinales llevaron a la Policía Nacional a intervenir directamente en los botellones. El 4 de octubre del 2007 los residentes de la plaza dormían sin ruido por primera vez en mucho tiempo. Varias patrullas del 091 y el 092 se habían instalado en la plaza antes de empezar la reunión. Los chicos al verlos daban la vuelta con sus bolsas. ¿El problema? El botellón no se dejaba de celebrar. Solo cambiaba el lugar, trasladándose a la plaza del Humor.

Fue entonces cuando se popularizó un concepto: plan de choque. Se trataba de la constante presencia de agentes de la Policía Local coordinados con la Policía Nacional en las zonas calientes. Su misión no era impedir que los chicos bebieran, sino evitar actos de vandalismo, violencia o una práctica muy común: escuchar música con el equipo de coches especialmente preparados para convertir la plaza en una discoteca.

Vecinos desesperados

Mientras todo ello sucedía, la mayoría de los vecinos de los puntos afectados exigían la prohibición total. La noche del 11 de octubre una mujer desesperada bajó al portal de su casa en bata y arrojó un cubo de agua con lejía a los chicos. Semanas después un vecino de Pío XII arrojó amoníaco por la ventana vociferando insultos. ¿El motivo? Alguien había prendido fuego a un contenedor de papel reciclado y las llamas llegaban a la ventana de su salón.

Uno de los actos de protesta con más repercusión tuvo lugar el 26 de octubre del 2007. Puestos de acuerdo en una reunión, las sufridas víctimas del botellón dejaron la basura de sus domicilios en medio la plaza del Humor en lugar de los contenedores. No funcionó: los chicos se juntaron como si nada. Días más tarde trascendió que la policía exigía la identificación a los chicos menores de edad.

Todo ese rosario de problemas desembocó en la ordenanza local para regular la convivencia en el espacio público, más conocida como normativa anti-botellón. Se aprobó el 18 de julio del 2008 y logró algo que muchos ya daban por imposible: la erradicación total del botellón en las plazas del Humor y Azcárraga, gracias a la calificación de zonas de protección especial.

Desde entonces, la gran masa botellonera se desplazó a los jardines de Méndez Núñez, sin vecinos, pero con una riqueza botánica incompatible con los kilos de basura que allí se generan. También afecta a la plaza de Santa Catalina, motivando concentraciones de protesta y, hace tres semanas, incluso lanzamientos de huevos. En Durán Loriga, una comunidad valló un portal para evitar el acceso de los chicos.

El mosquito zumbador, por tanto, es la última anilla de una cadena interminable. «Me parece algo aberrante», dice Fátima Chas, estudiante de ADE . Practica botellón y se alegra de que todo se quedase en una provocación. «Tanto da lo que hagan, no van a conseguir que se deje de hacer botellón», concluye Vanesa Esteves, también de ADE. ¿Y el Ayuntamiento? Germán Lago explicaba hace dos semanas que entregaron el informe sobre la plaza de Santa Catalina para ver si se suma a la protección del Humor y Azcárraga.