«Decía que era de Penamoa y nadie me daba trabajo»

A CORUÑA

Jaime Silva, gitano en paro, le preguntó a un jefe de obra de la tercera ronda si necesitaba un peón; le dijo que sí, y hasta hoy

10 feb 2009 . Actualizado a las 11:22 h.

A sus 30 años, Jaime Silva no sabía ni el color que tenían los contratos de trabajo. En cuanto se acercaba al mercado laboral, todo se le volvía negro. Era presentarse a una entrevista, decir que vivía en Penamoa, «y puerta en las narices». Pero su suerte ha cambiado. El pasado 22 de diciembre se encontraba ocioso junto a su chabola del poblado chabolista y vio pasar a uno de los jefes de obra de la tercera ronda. Jaime se lanzó. Poco tenía que perder y mucho que ganar, así que le preguntó si necesitaba un peón. El hombre le dijo que sí. Dicho y hecho.

Este gitano separado y padre de un hijo de 10 años firmó un contrato y ahí continúa, trabajando en la construcción de la carretera que hará desaparecer el poblado en el que se crió. Y lo hace «muy contento y feliz», asegura. Ya no solo por tener un sueldo por primera vez en su vida, sino por «el cariño y respeto de mis compañeros».

Injusticia

Jaime, que hasta diciembre iba a la chatarra, ha pasado muchas penurias hasta que en su camino se cruzó «un buen hombre al que no le importó que fuera gitano ni viviese en el poblado». Hasta el pasado mes de diciembre, «decía que era de Penamoa, y nadie me daba trabajo». Y eso es una «injusticia». Hoy, como afiliado a la Seguridad Social y que al fin disfruta de un contrato, reivindica a su gente. Le molesta enormemente que «todo el mundo piense que los que vivimos en Penamoa somos traficantes o unos vagos y eso es mentira. Somos muchos los que queremos trabajar». Incluso pide un poco de comprensión para algunos de sus vecinos que se han metido en negocios turbios, «la mayoría obligados por el racismo, pues nadie les quiso dar oportunidades cuando las pedían».

Cuenta que abrió los ojos a muchos de sus compañeros. Con su entrega al trabajo y su buen compañerismo, demostró «que los gitanos somos tan buenos como cualquiera, y que solo necesitamos una oportunidad para demostrarlo».

Hoy, con un contrato en las manos, está a la espera de que se cumpla un segundo deseo, que le lleguen las ayudas de la Consellería de Vivenda para que muy pronto Penamoa sea solo su lugar de trabajo y no de residencia.