Dumbría y la primera boda entre mujeres en España

MODESTO GARCÍA QUINTÁNS DUMBRÍA

CARBALLO

El célebre enlace se fraguó en la localidad hace 110 años

29 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La historia de Marcela y Elisa ocurrió sobre 1901, hace 110 años. Esta pareja de lesbianas, de la que se ha escrito mucho (páginas de periódicos, libros, en breve una película y una exposición conmemorativa en A Coruña hace unos días) aplicó el ingenio y la astucia para burlar las normas de la época y disfrutar de la convivencia amorosa, procurando pasar desapercibidas en la cultura de la época.

Esta novela amorosa se tramó en una pequeña aldea de Dumbría por dos maestras amigas y profundamente enamoradas que convivían en una humilde casa próxima a la iglesia parroquial. Su contacto con el exterior, aparte de alumnos y vecinos, estaba en un corredoira de unos dos kilómetros que daba acceso a la parada del coche de línea que comunicaba Corcubión con A Coruña, la ciudad natal de ambas. Parte de estos hechos fue recogida por la prensa de aquella época, regional y nacional, y otra fue conseguida en conversaciones mantenidas con personas mayores del entorno, entre ellas las de del padre del firmante, ya fallecido.

La historia comienza con Marcela Gracia Ibias, de 19 años, hija única de Manuel Gracia, capitán del regimiento de Murcia, y Marcelina Ibias. Marcela era estudiante en la Escuela Normal de Maestras en A Coruña. Un día le cuenta a su madre: «¡ Ay, mamá! ¡ Si vieses que amiga más simpática y más buena encontré!». Su amiga era Elisa Sánchez Loriga, hija de María Loriga, viuda de Manuel Sánchez. La amistad de estas dos estudiantes del tercer curso (año 1885) fue creciendo hasta volverse inseparables. La madre de Marcela estaba muy nerviosa, y la alejaron enviándola, con 19 años, a continuar sus estudios en Madrid.

Elisa terminó sus estudios en A Coruña y la destinan como maestra interina a Couso-Coristanco. Allí se entera de que Marcela había terminado Maestra Superior y regresaba a casa de su madre, y deja su trabajo para encontrarse con su querida amiga. A Marcela la destinan a Calo-Vimianzo, y con ella va Elisa. Allí conviven unos siete años.

En 1899, Marcela es destinada de nuevo a Dumbría, tampoco sola. Se establecen en una vieja casa, próxima a la iglesia, que a la vez es la escuela de niñas. Es en esta vivienda donde traman la boda. Hacen ver ante los parroquianos que están enemistadas. Elisa le contaba a sus vecinos que no aguantaba más a Marcela y que la abandonaba marchándose a A Coruña. Por otra parte, Marcela anunciaba que estaba harta de Elisa y que se iba a casar con Mario, un chico primo de su amiga que vivía en a Coruña. Y así pasó. Elisa se fue y se transformó en hombre. En la iglesia coruñesa de San Jorge como Mario, un primo suyo que murió en un naufragio, convenciendo al párroco de que no estaba bautizada por el ateísmo paterno, además de haber estado fuera y otras invenciones similares. El caso es que fue bautizado.

Semanas después, se entrevistó con el cura para programar la boda. Le cuenta que su novia es maestra en Dumbría y que mantienen muy buenas relaciones con el cura de esa parroquia. Esta larga conversación le sirve para fortalecer su historia. Le pide que el párroco dumbriés lea en la misa dominical las amonestaciones, y que le haga un certificado de residencia. Nadie puso reparo a la boda y la ceremonia religiosa fue delegada en el párroco de San Jorge. El enlace se celebró el 8 de junio de 1901 a las 7.30 horas. La foto se la hicieron en el estudio de Seller. La noche de bodas la pasan en la fonda Corcubión de la calle San Andrés.

Dos días después regresan a Dumbría en la diligencia de Corcubión. Por el camino, una vecina esta parroquia se percata de que el hombre tiene todas las características de la maestra Elisa. Este hallazgo se transmite de boca en boca por toda la localidad haciéndoles la vida imposible.

Calvario

Es a partir de aquí cuando comienza el verdadero calvario para esta pareja de enamoradas. La noticia salta a los periódicos regionales y nacionales. Pierden el trabajo, comienza la tramitación de excomunión, se dicta orden de busca y captura. Queriendo buscar tranquilidad se embarcan en la ciudad de Vigo con destino a Oporto. Son reconocidas y arrestadas, y obligadas a un reconocimiento médico por dos doctores distintos, con la conclusión de que son declaradas mujeres. El resultado es la cárcel. Sin embargo, el pueblo se compadeció de su historia, considerándolas unas desgraciadas. Este apoyo popular hizo que el juez las dejara en libertad al cabo de 13 días.