«Muxía é para min como Combrai para Proust, un pobo que marca identidade»

La Voz

CARBALLO

Tiene una memoria prodigiosa para todo aquello que marcó y vivió en su infancia, algo que también le permite ser crítico con los cambios que se han producido

04 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Vive en un lugar que compró «exclusivamente para os libros». En su loft de Pontevedra hay unas 25.000 obras. Es la biblioteca que comenzó a construir cuando solo tenía unos 17 años y que ahora le ha convertido (eso y muchas cosas más) en un experto en otros tantos aspectos. Un coleccionador de arte y un experto con memoria , en la que ha asentado los pilares de su vida. Antón Castro Fernández dice entre risas «ter idade prehistórica». Nació en Muxía, cursó varias carreras, es doctor en Historia del Arte, fue subdirector general de Patrimonio del Ministerio de Cultura y director del instituto Cervantes en Milán, entre otras cosas. Actualmente imparte clase en la facultad de Bellas Artes de Vigo y en un máster en Salamanca.

Siempre que ha podido y puede, tira de Muxía. Su última visita, para certificar y poner de su parte en un proyecto pionero: convertir la casa rectoral anexa al santuario da Barca en un museo de naufragios, con bancos de datos, referencias fotográficas a los muchos que se produjeron en esta costa, exposiciones temporales y también actividades eventuales. «Este é o lugar idóneo para ese proxecto e, ademais, sería o primeiro no mundo». Es el lugar perfecto porque, dice Castro, Muxía tiene una vinculación identitaria con el romanticismo, «a paisaxe como estado da alma». Todo el finisterre (eso sobrepasa los límites de Fisterra) permite reencontrarse con uno mismo. En lo que a él respecta, alude a Proust para explicar el significado del lugar donde nació: «Muxía é para min como Combrai para Proust, un pobo que marca identidade». Confiesa, eso sí, que le gusta más la Muxía como recuerdo que como realidad vivida, algo así como «imaxinar un farwes t entre as montañas inaccesibles que nunca existiron máis aló da imaxinación».

Doce hermanos

Castro fue siempre buen estudiante, pero el tiempo de escuela no era el único que creaba experiencia. También, en su Muxía natal, salía a pescar con su padre, jugaba a los barcos, a descubrir el mundo o a la guerra con «armas rudimentarias de pao que nos facían os pais» y reinaba los tombos («como facía Picasso no Orzán»). La televisión no llegaría a la villa da Barca hasta el 1963. Por eso, dice Antón, «nós somos doutra cultura, da do tebeo». A la par que con el paisaje, los de su tiempo se formaron con ellos y Castro, a día de hoy, es capaz de recitar de memoria algunos ejemplares, como el número 1 de El Cachorro . Pero como ese, muchos otros: Capitán Trueno , El Jabato, Hazañas Bélicas, El Cosaco Verde, El guerrero del antifaz o Roberto Alcázar y Pedrín.

Son doce hermanos («téñoos da década dos cincuenta, dos sesenta e dos setenta») y Castro se crió en casa de sus abuelos. Bella Etelka , de Zsolt Harsanyi fue su primera lectura, tomada de la biblioteca del abuelo, «grandísimo lector». «Ese libro marcoume moitísimo, o mesmo que Sinohé el egipcio , de Mika Waltari». Leer permite «ser libre», dice, como Alberti en Marinero y tierra . «Un era fillo entón da encíclica Populorum progresio , que alentaba, no crecemento demográfico da posguerra o 'creced y multiplicaos'»Claves en su infancia son nombres como la tía-madre Quilina o los maestros Miguel y Esperanza.

La soledad frente al mar se repartía el tiempo de un niño con los cromos «do chocolate Granell», el carbón de los naufragios (con pocos años, Antón pensaba que este provenía del fondo del mar y no de las minas), las chulas de la abuela o alguna tarde de merienda en el Corpiño «frente ao mar e con América no horizonte». El periódico La Noche se vendía «a grito pelado» en aquellos tiempos de los que Castro también recuerda el Pozo do Martínez («onde se orixinou a arte conceptual coas defecacións colectivas dos mariñeiros en animadas tertulias de fútbol»), las caminatas con Evaristo («precursor do body art»), las bandas de música a modo de orquestas, el cine o los carnavales con Pepe da Bicha, «políglota e intérprete».

Mucho han cambiando las cosas y, si se pone la vista a lo lejos, todavía más. En otros tiempos, dice Antón, se preguntaba: «¿Estudias o trabajas?» y ahora, más bien habría que preguntar: «¿Eres artista o trabajas?». «Todo o mundo vai agora de artista. Relativizouse esa palabra e algúns incluso pretenden pasar por artistas malditos, pero estes xa deixaron de existir co dadaísmo. Para ser un bo artista, hai ser políglota e bo lector». El conocimiento como libertad.

Las gaviotas acompasan sus recuerdos, en los que también tienen cabida las luchas de Llano con la Guardia Civil o el trabajo de un Antón todavía niño en los secadoiros que más tarde abordaría en un trabajo universitario . «Carrexaba o congrio dende a lonxa cun patín de dúas rodas e logo a miña avoa permitíame embarar, atalo e dalo para colgar nas cabrias. Os labores máis sofisticados, como abrilo ou esmunifar e lañar, facíanos os maiores». La idea de la cercanía de la muerte, sentimiento romántico, se mecía en el día a día de Muxía, «pero a xente do mar sempre soubo afrontala con naturalidade».