El gran goleador del Deportivo de A Coruña vuelve asiduamente a Fisterra, donde vivió hasta los 14 años
20 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Hace 38 años que vive en A Coruña, pero ama y admira sus orígenes como si nunca hubiese salido de ellos y no duda en proclamarse un «namorado da miña terra». José Manuel Traba López nació en Fisterra el 29 de septiembre de 1957. Es, aún a día de hoy, 22 años después de su retirada, el máximo goleador de liga en la historia del Real Club Deportivo de A Coruña, en el que jugó desde los 17 hasta los 30, con el intervalo de un año, cedido al Compostela. Esa carrera profesional lo llevó por todo el mundo, pero él lo tiene claro: «Viaxei moito, pero a xente e a paisaxe que temos aquí é difícil de atopar fóra». Afirma que al lado de la gente de la Costa da Morte «nunca estás perdido». «Hai moito que admirar neles, sempre teñen un sorriso», añade.
Traba López es hijo de emigrantes. Como tantos de su tiempo y como tantos de los que aún nacerían años más tarde. Sus padres trabajaron en Holanda algo más de treinta años. No tiene hermanos y él se quedó en Fisterra con sus abuelos. Recuerda aquellas llegadas. «Aínda que neses días non fose festa, facíase igual. Traían o tempo limitado, ao mellor vinte e tantos días, e aproveitaba para estar o máximo con eles, para ter esa relación que todo fillo quere ter con seus pais». La educación con los abuelos marca. Y para bien: «Fíxenme home -y maduro-, como quen di, antes de tempo».
Más que Bebeto
Su primera escuela estaba ubicada «donde está agora a Casa do Mar» y después pasaría al instituto. «Xa xogaba ao fútbol no colexio e tamén se estilaban moito entón os partidos de barrios contra barrios». El que todavía ostenta el récord de goles en liga del Deportivo (98, concretamente) -Bebeto se quedó a unos pocos de él, aunque jugó menos tiempo- no rechazaba en su niñez otros deportes. Se adentró en el rugbi y en el baloncesto, en este último caso cuando estaba en el instituto. Recuerda las competiciones de ese deporte «na antiga praza». Había partidos los domingos, «cun abarrote de xente véndoos», después de salir de misa, a la que había que ir. También encestando tantos destacó Traba. Don Guillermo, profesor, a punto estuvo de catapultarlo hasta el Breogán de Lugo. Pero su camino fue otro. Dentro de las limitaciones, empezó más fuerte aún con el balompié: «O único que tiñamos era iso, o balón, nin sequera camisetas. Algúns aínda eran cosidos. As botas eran unhas Marco , duras coma pedra». Son muchos años los que lleva viviendo fuera de su tierra natal, pero regresa a ella «semana si e semana non, máis ou menos». Conserva aquí a sus padres y a buena parte de su familia. Sigue con rigurosidad las fiestas del Cristo en Semana Santa o las del Carmen. «Gardo moito esa tradición» y, también, el contacto deportivo con sus orígenes. Sigue los equipos de la zona, sobre todo el Fisterra, localidad de la que señala su impresionante cantera. En el tintero futbolístico le quedó, admite, «seguir máis a Liga da Costa».
Todavía quedan amigos de su época. Amigos con apodos, «algo moi común». Con ellos vivió una juventud «sana», no había «consolas nin Internet» y encontraban la diversión en la naturaleza, en la libertad que ofrecía y en los «momentos extraordinarios». Entonces, recuerda, «aos rapaces gustábanos máis estar nas pedras que na area». El mar era clave. Sus abuelos trabajaban en él y también su padre antes de emigrar, pero a Traba «nunca na vida» se le dio pescar. Eso sí, recuerda la lancha paterna o lo que, siendo pequeño, le impresionaban los barcos que llegaban a puerto «a tope de sardiñas e xurelos». «Ás doce ou á unha da madrugada, nós aínda paseando, víanse caixas e caixas. Había moita abundancia no mar. Hoxe quedan catro ou cinco barcos», compara.
También ha cambiado el ocio. «Os chavales de entón sentabamonos nas pedras e falabamos das nosas cousas». Se reunían, por ejemplo, en la cala que ellos llaman O Cabello y allí, en verano, se pasaban desde las nueve o diez de la mañana hasta la hora de comer, sobre las dos. Media hora más tarde, volvían. Se bañaban. Traba lo sigue haciendo, pero cada vez menos «porque as augas están moi frías». Para tomar el sol elige el «mar de fóra», como O Rostro. Para pasear, Sardiñeiro, donde tantas horas pasó de niño. Con 12 o 13 años «empezabamos a ir ao Mariquito , que era a cafetería de estilo na Fisterra de entón». Había un salón de baile cerca de la plaza, «pero aos rapaces non nos deixaban entrar». Del intento de pasar un día le queda como (buen) recuerdo «un tortazo» de quien regulaba el acceso. Sí entró en el fútbol profesional.