«Teníamos que venir, teníamos que ver el punto más occidental de Europa que estudiamos en el colegio»

E. E.

CARBALLO

03 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El cabo Fisterra es una pequeña ONU. Cualquier día del año llegan allí coches y caminantes, turistas de hotel, caravanas y mochileros. Su atracción es indudable.

Ayer, martes de febrero, un día en el que pocas visitas cabía esperar, se escuchaban idiomas y acentos distintos. Caminantes alemanes y gallegos, rostros del Sáhara y caras españolas. Gabriel Díaz, su padre Ricardo y su madre, Vera, también se acercaron hasta el cabo.

Los tres son argentinos, aunque Gabriel estuvo años afincado en Canarias y tiene familia en Ribeira, donde tienen la base de operaciones para conocer Galicia. La de ayer fue su primera visita a Fisterra.

«La impresión es muy buena, es un sitio muy bonito, el viaje desde Ribeira hasta aquí, por la costa, es precioso», explica. Su madre, Vera, se sintió sorprendida de encontrarse allí un busto del general San Martín, libertador argentino.

Los motivos que los llevaron a recalar en Fisterra los tienen claros: «Teníamos que venir, teníamos que ver el punto más occidental de Europa que estudiamos en el colegio», explica Gabriel Díaz.

En su caso, como en el de tantos otros, no se quedarán a pasar el día en Fisterra. La visita se ciñe al cabo, a la iglesia y a un rápido recorrido por la localidad antes de regresar a su base en Ribeira.