El fructífero viaje de Ruth Matilda

CARBALLO

Llegó en los años 20 para documentar España para la Hispanic Society of América y acabó escribiendo un libro cuya primera edición cumple este año siete décadas

22 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Hace 70 años salía de la imprenta un libro bellamente encuadernado que, con el paso de los años, se convertiría en una de las fuentes más importantes de los gallegos para conocer su pasado. Una obra que permite echar la vista atrás y tener una visión de cómo era Galicia -y en particular la Costa da Morte- a principios del siglo XX. Aquel libro no se publicó en A Coruña ni en Santiago. Salió a la luz en Nueva York y venía escrito en inglés.

Se titulaba Gallegan provinces. Pontevedra and La Coruña , y lo firmaba la escritora y fotógrafa Ruth Matilda Anderson. La obra recoge en poco más de 400 páginas cerca de 500 fotografías. De todo ese material, una buena parte -cerca de un centenar de páginas- corresponden a la Costa da Morte.

El libro fue fruto de un viaje de la fotógrafa a Galicia realizado -acompañada por su padre, el también fotógrafo Alfred Anderson- entre 1924 y 1925. El trabajo se lo encargó el presidente de la Hispanic Society of America, Archer Milton Huntington, un escritor que ya se había pasado por Galicia a finales del siglo XIX y que se marchó sin hacer precisamente una apología de lo que vio en determinadas zonas.

Fiel al encargo de su superior, Ruth Matilda emprendió viaje a Galicia con sus cámaras de fotos y disparó a todo lo que se encontró a su paso con la mirada curiosa y abierta del visitante ilustrado. De aquel viaje nació un tesoro que desde hace años se ha ido recuperando con distintas exposiciones y publicaciones de catálogos. Con ella volvieron a Nueva York cerca de 5.000 fotografías realizadas por ella y otras 2.800 compradas a fotógrafos locales. El viaje lo realizaría en dos partes. En el invierno de 1925 volvería a Galicia otra vez para regresar con otras 2.300 fotografías. En total, algo más de 10.000 imágenes, configurando así uno de los archivos de imágenes sobre la Galicia del cambio de siglo más importante que se conoce.

En aquel segundo viaje los vecinos de la Costa da Morte la vieron pasar al volante de un viejo Ford. Aquella mujer de curiosidad insaciable, que paraba en cada pueblo y se metía en las casas a sacar fotos de cuanto veía, había nacido en 1893 en Cottonwood State Farm, una pequeña población de Nebraska. Su padre, Alfred Anderson, de orígenes noruegos, era fotógrafo y por esa profesión sintió pronto la llamada, marchándose a Nueva York en 1918 a aprender el arte del manejo de la cámara. En 1922 trabajaba ya para la Hispanic Society of America y un año después hacía su primer viaje a España para empezar un proyecto fotográfico que se quedó a medias, ya que no se llegó a crear un archivo con imágenes de todo el país, tal y como se pretendió en un principio. Ruth Matilda se quedó con la experiencia gallega y, años más tarde, con un segundo libro sobre el traje tradicional extremeño.

La obra sobre Galicia tardó años en ser publicada. El ingente material que había que ordenar y tal vez los duros años de la Depresión pospusieron el proyecto hasta fecha muy tardía. En 1939 por fin vio la luz el trabajo, un año, el del final de la Guerra Civil, en el que el libro de Anderson no encontró eco alguno en aquella España preocupada por otros asuntos.

El libro, curiosamente, no volvería a editarse de nuevo. Tampoco llegaría a traducirse al castellano ni al gallego, aunque todavía es posible hacerse con alguno de los ejemplares de la primera tirada, almacenados en las dependencias de la Hispanic Society, en Nueva York desde 1939. Anderson falleció en esa ciudad estadounidense en 1983 y no llegaría a ver el surgimiento de la ola de interés en torno a su obra que recorrería Galicia en los años 90, cuando una primera exposición recogió parte de sus trabajos en Santiago. Vendrían más muestras y más catálogos, aunque siempre centrados en su trabajo como fotógrafa, dejando de lado sus cualidades literarias, tal vez porque Ruth Matilda no se andaba con paños calientes y muchas veces no dejaba bien parada aquella zona sobre la que escribía.

A pie desde Muros

Su primer acercamiento a la Costa da Morte lo hizo, en 1924, a pie desde Muros y haciendo noche en O Pindo antes de llegar a Corcubión, con dos niñas gallegas descalzas llevando su equipaje sobre las cabezas al más puro estilo Mogambo .

No guarda la mujer muy buenos recuerdos de la comarca. Salvo, quizás, de Corcubión, «lugar tranquilo y elegante». La culpa, tal vez, haber llegado en invierno. El siguiente viaje lo hizo con mejor tiempo, recorriendo Muxía, Vimianzo, Camariñas y Fisterra y pasando rápido por Bergantiños con destino a A Coruña.

Si las palilleiras con las que compartió una tarde llegan a saber lo que luego escribiría seguro que no le sonreían como lo hicieron. En Camariñas le enseñaron una colcha como máximo exponente del trabajo de palillo: «Expresé mi admiración con los adjetivos más expresivos que conocía, esperando, sin embargo, poder ocultar mi depresión al ver tanto trabajo desperdiciado en un diseño con tan poco encanto», escribió.

Esa y otras lindezas dedicó a los lugares que encontró en su camino, pero aun así Galicia se quedó guardada en su memoria como una «pequeña tierra mágica». Matilda, que llegó a abalar la piedra en Muxía, se encontraría cosas curiosas para su mirada americana: una matanza de un cerdo al lado de la carretera la dejó impresionada o un montón de chiquillos descalzos rodeándola en Fisterra.

Lo cierto es que escribió el libro y ordenó sus fotos, pero, que se sepa, no volvió por Galicia, aunque sí a España. De su paso queda ese libro que cumple 70 años y se enmarca dentro de la larga tradición de viajeros anglosajones, muchos de los cuales pasaron por Galicia y dejaron fe escrita de su paso, algunos con palabras más amables y documentadas que las de Anderson.