La dispersión de la población en la Costa da Morte es un hecho evidente desde hace años. Y cada vez va a peor. No tanto la pérdida global de habitantes (lo que pierden unos municipios lo ganan otros, y de hecho la caída empieza a remontar), sino el hecho de que cada vez hay más aldeas que se van quedando con apenas un puñado de vecinos.
Según el Nomenclátor del padrón de habitantes que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE) con datos de los propios concellos, los núcleos con diez o menos habitantes, en el 2008, suman un total de 318, una cantidad que supone casi un centenar más que en el 2003, cuando se contabilizaban 223. Desde entonces, el alza ha sido una constante. La comparación con el 2007 permite refrendar esa conclusión, ya que un año antes se había sobrepasado ya la barrera de los tres centenares, con 306 (influyó también un nuevo sistema de cómputo en Carballo), así que el crecimiento ha sido de 12.
Son cifras oficiales a todos los efectos, pero en muchos casos han de observarse con cautela. Existen parroquias en las que las agrupaciones de varias casas se consideran un solo lugar, mientras que en otros (la mayoría) la entidad singular es más notoria. De todos modos, la diferencia en la cifra final no es mucha, porque son ejemplos concretos, pero vienen a dar la razón a investigadores como el profesor Precedo Ledo, quien en su notable y exhaustivo análisis de las parroquias gallegas ponía de manifiesto precisamente eso, la falta de acuerdo en ocasiones para determinar dónde empieza un lugar y acaba otro. Y eso, en un país con 3.799 parroquias y más de 30.000 lugares, es controversia frecuente.
Por otro lado, casi dos tercios de los 1.548 lugares de la zona tienen menos de 50 habitantes.