«Si no se pone en valor la historia, ese patrimonio inmaterial se pierde»

AROUSA

Su pasión por la historia de Cambados comenzó con un trabajo sobre la segunda República. Hoy trabaja ya en un libro sobre cómo vivió la localidad el siglo XIX

13 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La historia es su pasión. Le encanta sumergirse en los archivos municipales para tratar de encontrar todo tipo de detalles y anécdotas que le ayuden a esclarecer lo sucedido en un espacio y un tiempo concreto, que le ayuden a entender cómo se vivía en la localidad en aquella época. Jacobo Domínguez, cambadés de adopción, empezó sus estudios por una ingeniería, pero pronto dejó la rama de las ciencias para dedicarse de lleno a lo que considera su pasión, la historia. «Elegí Forestales porque tenía más salidas, pero me gustaba mucho la historia porque me encanta investigar y leer», explica. Fue un trabajo del doctorado lo que le puso en contacto con la historia de Cambados. Y ya no ha dejado el tema. Su rincón favorito en esta localidad es la plaza de Alfredo Brañas, «porque de pequeño jugaba mucho al fútbol» y, por supuesto, porque «es un lugar con mucha historia. Ahí estaba el Concello», afirma.

«De Cambados hay muy poco escrito. Algo de Caamaño Bournacell y Sánchez Peña. También Vila Fariña investigó mucho, pero falta algo en conjunto», argumenta. En su opinión, la historia local es uno de los grandes aspectos olvidados por las distintas administraciones, que se limitan a apoyar determinadas publicaciones puntuales. Por eso resulta tan difícil vivir escribiendo sobre lo sucedido en tiempos pasados. «De publicar viven tres en España. Tienes que tener otro trabajo que te deje investigar y eso es difícil», explica. Él tiene que compaginar sus investigaciones con un trabajo temporal en los archivos.

A las librerías cambadesas han llegado ya sus dos publicaciones, la primera sobre la segunda República en Cambados y otra sobre la Juventud Católica. Ambas, se han agotado. «La gente se interesa porque cualquier libro se agota y, después, se comenta», argumenta. Esto le ha valido el título de historiador y que muchos vecinos recurran ahora a él para conocer la importancia de sus recuerdos. «Cuando busqué información sobre la Juventud, un vecino me trajo un cartel que resultó ser del año 33. Después se dio cuenta del valor que tenía». Y es que, en muchas ocasiones, «si no hay un trabajo que ponga en valor esa historia, todo ese patrimonio inmaterial se puede perder», añade.

Su primer trabajo sobre Cambados lo dejó sorprendido, «porque no era lo que imaginaba. La historia resaltaba que durante la segunda República hubo muchos cambios que aquí no hubo», explica. Ahora está fascinado por la historia de la localidad durante el siglo XIX. «Son los principios del Concello como tal, el cambio del antiguo régimen al nacimiento del ayuntamiento surgido de la unión de Cambados, Fefiñáns y San Tome», asegura. El municipio es elegido sede del partido judicial, «yo creo que porque era un sitio central en la comarca», y destaca por ser un lugar «muy conservador, que quería mantener su estatus a través del juzgado y no tenía necesidad de ser emprendedor, como Vilagarcía».

Es precisamente en esa época cuando el tren deja de lado a la localidad, cuentan, porque los señoritos no querían que les despertaran de la siesta. «Eso es más una leyenda. Hubo otros sitios, como Portas, que tiraron más para poder tener el tren. Quizá es cierto que Cambados tampoco hizo mucho por pedirlo», añade. En estos años, la localidad se estanca, «no hay desarrollo industrial hasta después de la Guerra Civil y Cabanillas y otros critican a la curia judicial porque son inmovilistas», añade.

Pero mucho más divertido que todo esto son las rivalidades que, a principios del XIX, se registran entre los marqueses de Montesacro, de Ulloa y de Figueroa, señores de San Tomé, Cambados y Fefiñáns, respectivamente. «Hay una disputa entre el apoderado del palacio de Fefiñáns contra el Concello de Cambados porque le están llevando las piedras del muelle de Fefiñáns para hacer el de Cambados», relata. Y es que entonces es cuando empieza el Concello y los tres nobles disputan «quien tiene más influencia porque antes cada uno mandaba en su zona». Hay otra anécdota. «En el 1844 aparece medio muerto en la Alameda de San Tomé el marqués de Montesacro. Unos decían que fueron los criados de los otros marqueses, pero el pueblo dijo que fue un marido celoso, porque era muy mujeriego». Y contando estas anécdotas podría seguir horas y horas. Pues en estas disputas tiene también su origen el declive de la iglesia de Santa Mariña. Para conocer más detalles, habrá que esperar a su nuevo libro.