Con un pan debajo del brazo

AROUSA

El secreto de la gran demanda que tiene la panadería de Víctor Cordo está en la calidad de un producto artesanal y el cariño con que lo amasa la familia

05 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Los cuatro hijos de Víctor Cordo nacieron con un pan debajo del brazo, la misma herencia que con orgullo quieren dejar a los nietos de este empresario del sector panadero que, cuando murió hace cuatro años, dejó como legado la calidad del producto, su buen hacer artesanal y el cariño con el que amasó el pan toda la vida.

Víctor Cordo y su mujer Rosario Otero no son oriundos de Vilagarcía, aunque cueste creerlo dada la impronta que han dejado en la ciudad. Empezó de panadero con solo doce años en Cangas, aunque él había nacido en Mondariz. Eran años en los que no quedaba otra más que espabilarse, por eso a tan corta edad empezó a aprender el oficio de amasar en la panadería que tenía un tío suyo en Cangas, un empresario precursor que enseñó a dorar el pan con cariño a todos sus hermanos, lo que provocó que «vayas por el rincón de Galicia que vayas, siempre encontrarás un Cordo», asegura su sobrina nieta Teresa.

Víctor Cordo conoció en Cangas a la que se convirtió en su mujer con solo 17 años. Él tenía 24, y juntos formaron una familia que se vio obligada a luchar contra todo lo que el destino trajo consigo. Eso sí, como piñas. «Eso es lo que él quería, que siempre estuviéramos unidos», sentencia hoy su viuda, que se emociona solo con recordarlo.

En Cangas nacieron sus cuatro hijos, y cuando surgió la oportunidad de hacerse en Vilagarcía con un bajo en el centro de la ciudad, Víctor Cordo se trasladó con su familia para hacerse cargo del negocio. Así empezó a gestarse la imagen que toda Vilagarcía conoce de la empresa familiar: la de las colas de todos los fines de semana para hacerse con el mejor pan hecho de forma artesanal, algo a lo que no renunciaron los Cordo ni siquiera cuando las modernas máquinas industriales llegaron para echarles una mano. «Mi marido siempre dijo que era mejor ganar menos y hacer un buen producto, con la mejor materia prima y con mucho cariño y dedicación», sentencia Rosario, resumiendo así la filosofía familiar y el secreto de su éxito.

Los años difíciles

En el 2002 se trasladaron al despacho que tienen en la actualidad, detrás de la casa consistorial. Fueron tiempos muy duros, porque poco después, el cabeza de familia enfermó gravemente. «Estuvo dos años peleando, y seguía trabajando, tenía la esperanza de ponerse bien para ayudar a los nietos. Nos decía que siguiéramos como siempre, dando calidad aunque ganáramos menos», dice su viuda. Y ese fue el legado que les dejó. Víctor Cordo murió en el 2004 a los 63 años, pero su mujer, sus hijos y sus nietos siguen elaborando el pan con esa misma dedicación, sin olvidar la modernización del negocio, con la incorporación de pastelería y la apertura de un nuevo despacho en Carril que también atiende la familia.

Corren tiempos difíciles para el sector, porque la materia prima es cada vez más cara y los controles de calidad, cada día más rigurosos. A lo que hay que sumar la competencia de los supermercados. «Se vende pan incluso en las gasolineras, cuando a nosotros nos obligan a contratar laboratorios para controlar los productos», se queja Teresa. «La competencia entre las panaderías es buena -añade su madre-. Lo que nos hace daño son esos puntos de venta que no debería haber».

Pero como son luchadores por herencia y por convicción, están dispuestos a capear el temporal, siempre con el recuerdo del padre en la cabeza y en el corazón. «Lo más valioso que nos dejó mi padre fue la profesión y el saber hacer, y atender a los clientes con una sonrisa», asegura Teresa. «Fue un padrazo y un hombre muy trabajador», sentencia Rosario. Una frase que resume toda una historia de familia.