Se ofrecen acompañantes de enfermos

A MARIÑA

La figura del cuidador gana terreno en plena crisis; en el tablón del Hospital da Costa se ofrecen personas dispuestas a quedar de noche con los pacientes

10 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

En el tablón de anuncios del Hospital da Costa aparecen los números de contacto de una serie de personas dispuestas a acompañar a aquellos enfermos que están ingresados en el centro y cuyos familiares, por razones laborales, de edad o de cualquier otro tipo, no pueden realizar esa labor.

Clemencia Lucrecia es una de esas personas. Peruana de origen, se trasladó a Burela a raíz de la tragedia del Siempre Casina , donde murió su hijo, uno de los tripulantes del pesquero. Su otra hija y sus dos nietas también estaban aquí y se dijo, «¿Qué hacía yo en Perú? Me hicieron una oferta de trabajo en 2006 y me vine». Y aquí sigue, capeando el temporal y ofreciéndose como acompañante de enfermos cuando se le terminan los contratos de trabajo que le van haciendo; el curso de ayuda a domicilio de 500 horas que ha realizado le es de utilidad para desarrollar esta labor que desempeña allí donde la llaman, unas veces en el hospital, otras en domicilios particulares.

Afirma que para el hospital la solicitan sobre todo para pasar las noches y también por la mañana. Su trabajo consiste en hacer lo que hace cualquier familiar: «Si tienen sueros o medicamentos, paso la voz al enfermero si se terminan; estoy pendiente si se destapan, hablo con ellos; cuando viene la familia le digo si ha tenido fiebre o cómo pasó la noche...» En esto consiste el trabajo de Clemencia Lucrecia que, según cuenta, quien la llama suele ser gente que está trabajando y no puede estar con el paciente ingresado o cuando el cónyuge es muy mayor y sus hijos no quieren que se quede de noche en el hospital. Suele estar desde las diez de la noche hasta las ocho, nueve o diez de la mañana y cobra seis euros por hora. También acude a cuidar enfermos de alzheimer a los domicilios, unas horas, para que las familias disfruten de un respiro