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La silla: el peor enemigo del ser humano Estar sentado todo el día aumenta el riesgo de demencia

Los efectos negativos del sedentarismo no solo afectan a nuestro cuerpo, sino que pueden llegar a deteriorar también nuestra mente. Según científicos de la Universidad del Sur de California, ni siquiera el ejercicio es capaz de protegernos si permanecemos demasiado tiempo sin levantarnos de la silla

Por Raquel Peláez

Obesidad, aumento de la presión arterial, niveles altos de glucosa en sangre, exceso de grasa corporal alrededor de la cintura, niveles no saludables de colesterol, dolor de espalda... Permanecer sentado durante largos períodos puede tener enormes consecuencias físicas, pero la silla (léase también 'sillón') podría ser uno de los mayores enemigos de nuestro cerebro.

Lo dicen los científicos de la Universidad del Sur de California, en Estados Unidos, tras analizar los registros de casi 50.000 hombres y mujeres de más de 60 años que no padecían deterioro de la capacidad mental cuando se incorporaron al estudio. Las conclusiones son tajantes: si permanecían sentados más de diez horas al día, el riesgo de desarrollar demencia en los siete años siguientes era un ocho por ciento mayor que si estaban sentados menos de ese tiempo. Y es más: a partir de ahí, los riesgos suben hasta alcanzan un 63 por ciento de riesgo de demencia para las personas que pasan al menos doce horas en la silla.

El problema es que, según los científicos, ni siquiera el ejercicio podía rebajar este deterioro. Lo mismo ocurría con los paseos u otras pausas breves. Los investigadores observaban pocas mejoras entre las personas que interrumpían el tiempo que pasaban sentadas para descansos. Si se levantaban o paseaban pero seguían sentándose durante más de diez horas al día, el riesgo no cambiaba mucho.

«Muchos de nosotros estamos familiarizados con el consejo común de interrumpir largos períodos de estar sentado levantándonos aproximadamente cada treinta minutos para ponernos de pie o caminar», explica David Raichlen, profesor de ciencias biológicas y antropología de la Universidad del Sur de California, que dirigió este estudio. «Queríamos ver si ese tipo de patrones están asociados con el riesgo de demencia. Descubrimos que, una vez que se tiene en cuenta el tiempo total de sedentarismo, la duración de los períodos sedentarios individuales realmente no importaba».

«Se ha sugerido que el flujo sanguíneo cerebral se ve afectado por el hecho de estar sentado, lo que reduce el suministro de oxígeno del cerebro. También es posible que piquemos entre horas y comamos mal cuando estamos sentados, sobre todo delante del televisor, lo que podría influir en la salud cerebral a largo plazo», argumenta el científico.

La única noticia alentadora es que el exceso de sedentarismo puede deshacerse, según afirma Raichlen: «Hay que sentarse menos y moverse más. Ese es el mensaje y probablemente no podamos repetirlo lo suficiente.

Y si la silla es el demonio en el plano del deterioro mental, tampoco se queda corta como enemigo de nuestra salud física. El primero en avisarnos fue el paleontólogo Juan Luis Arsuaga: «No me hables de la sillas. Las sillas son, junto con el azúcar refinada, el peor invento de la humanidad», explica en su libro La muerte contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara). «Lo normal en el ser humano, cuando se reúne con los otros para charlar o para comer, es permanecer en cuclillas sin que las nalgas lleguen a tocar el suelo». 'Descanso activo', lo llama, «porque hay una tensión muscular muy saludable».

Y pone como ejemplo Arsuaga a los miembros de la tribu de cazadores-recolectores hadza en Tanzania que, según los últimos estudios, tienen una salud cardiovascular y metabólica envidiable: «Ahora están de moda, pero yo los visité hace veinte años. Practican el descanso activo porque no han inventado la silla, que es una peste. En la silla, todo el peso del tronco y los brazos van a parar al culo. Toda tu columna vertebral transmite el peso hasta abajo. Esa forma de descanso pasivo es fatal. Los hadza están la mayor parte del tiempo en cuclillas, con la mano apoyada en el hombro de alguien o algo. O sin apoyo. Así se activan un montón de músculos. Y no porque lo diga yo, sino porque se ha medido con aparatos que registrar las corrientes eléctricas, la actividad muscular».

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