El cerebro y la pérdida del ídolo
El cerebro y la pérdida del ídolo
Miércoles, 30 de Octubre 2024, 13:52h
Tiempo de lectura: 7 min
Cuando fallece una estrella internacional, para la mayoría de la gente genera el interés normal en una noticia trágica y de impacto. Pero los fans de esa celebridad, quienes han establecido un vínculo emocional –aunque unidireccional– con el famoso, entran, directamente, en un proceso de duelo.
El pasado 16 de octubre perdía su vida Liam Payne, exintegrante de One Direction, a los 31 años, al caer desde el tercer piso del hotel donde se hospedaba en Buenos Aires. Había pasado horas consumiendo todo tipo de sustancias tóxicas, según ha confirmado la autopsia. Desde entonces, los fans han llenado las redes sociales de sentidas despedidas para su ídolo e incluso han organizando veladas por todo el mundo para decirle adiós y rendir homenaje al que fue un icono para las adolescentes millennials y de la generación Z. De hecho, en menos de una semana, solo en Tik Tok, el hashtag #liampayne acumula millones de likes.
No es la primera vez que la muerte de una celebridad provoca este tipo de respuesta masiva. El fallecimiento de David Bowie, Matthew Perry o la princesa Diana son algunos de los iconos que conmocionaron al mundo como si se tratase de la pérdida de alguien de nuestra propia familia o un amigo cercano.
¿Qué ocurre en verdad en los fans para que la muerte de un icono produzca en ellos este efecto? Los investigadores Donald Horton y R. Richard Wohl ya introducían en 1956 el concepto científico que define este duelo colectivo: las 'relaciones parasociales'. Este tipo de relación entre una figura mediática y el público genera una conexión emocional intensa sin necesidad de que uno y otro interactúen directamente. Aun así, los fans pueden llegar a sentir que conocen profundamente a su ídolo, como si fueran parte de su círculo más íntimo.
Como consecuencia de las redes sociales y la exposición mediática, esta ilusión de cercanía se ha acentuado. Las celebridades ya no son figuras distantes que solo aparecen en revistas o programas de televisión; ahora comparten su vida diaria en plataformas como Instagram, Twitter o TikTok, donde sus seguidores tienen acceso a detalles personales, pensamientos, y emociones que refuerzan esa sensación de intimidad. Es más, según los psicólogos, este tipo de relaciones –a pesar de ser unidireccionales– puede producir en la persona los mismos sentimientos que una amistad real: sensación de compañía, diversión, apoyo emocional…
El caso de Liam Payne es un ejemplo claro de cómo funciona esta dinámica en la era digital. Con su participación en The X Factor en 2010, el grupo One Direction se convirtió en un auténtico fenómeno global, especialmente para las adolescentes y niñas que crecieron con la banda como referente. Junto a sus compañeros Louis Tomlinson, Niall Horan, Zayn Malik y Harry Styles, Payne no solo conquistó las listas de éxitos, sino que se convirtió en símbolo cultural de una generación con la que desarrolló una relación emocional basada en la identificación y la admiración.
La reacción emocional ante un famoso, al igual que las relaciones con personas que tratamos directamente, está vinculado al papel de las neuronas espejo, células cerebrales que se activan lo mismo cuando realizamos una acción que cuando observamos a otra persona realizarla. Es el mecanismo mental que nos permite sentir empatía hacia el otro.
En el caso del fenómeno fan, estas neuronas juegan un rol vital, puesto que son las que crean esa sensación de proximidad, proyectando en ellos cualidades que los seguidores admiran o desean para sí mismos. Pasan a ser modelos a seguir que influyen en la identidad, gustos y valores del fan, que puede llegar al límite de experimentar como propio todo lo que le ocurre a su ídolo. Sucede especialmente en los adolescentes, que buscan un referente al que seguir en el que pueden proyectar sus propios ideales o aspiraciones. Si se produce una pérdida de ese referente, es decir, si muere el ídolo, provoca la ruptura con todo ese universo idealizado. De ahí que el dolor pueda sentirse tan personal e intenso, incluso más que con una muerte cercana.
Este proceso se vuelve aún más complejo cuando la figura en cuestión ha tenido un papel crucial en la vida del fan. Como señala Michael Combi, filósofo y especialista en ética de la Universidad de Edimburgo, en la revista Nature: «Es la pérdida de alguien que ha jugado un papel en sus propios valores y preocupaciones. Entonces lo sienten no solo como una especie de pérdida de la persona, sino, de cierta manera, una pequeña pérdida de un aspecto de sí mismos».
Un reciente artículo de la experta en comportamiento Nuala Walsh, publicado en Pshychology Today, explica este hecho desde el punto de vista de la semejanza. Según Walsh, cuando una celebridad fallece, no solo lamentamos la pérdida de una figura admirada, sino que también revivimos nuestras propias tragedias personales. Si una celebridad muere de una enfermedad que hemos experimentado en nuestro entorno, o si su fallecimiento coincide con una etapa difícil en nuestra vida, es probable que su muerte actúe como un detonante emocional que avive antiguas experiencias.
Este fenómeno se ve amplificado ante la publicación masiva en redes y la cobertura mediática sobre la muerte. Las 'quedadas' en homenaje de Payne tras su muerte son un ejemplo claro de cómo el duelo se convierte, además, en un acto social, colectivo. A pesar de que se crea un espacio de validación común, los expertos advierten que son un refuerzo del estado de ánimo bajo. En algunos casos, este luto puede llevar al fanatismo extremo con consecuencias verdaderamente trágicas como sucedió con la muerte de Michael Jackson en 2009, cuando doce fans se quitaron la vida al no ser capaces de afrontar la pérdida del rey del pop. Y es que precisamente esta relación tan absolutamente incondicional con el cantante no de miles, sino de millones de personas en todo el mundo, es lo que contribuyó a que las numerosas acusaciones de pederastia que acabaron con Jackson en los tribunales nunca llegasen a afectar a su popularidad.
Los psicólogos aclaran que los casos en los que el fan llega a quitarse la vida, son excepcionales. Son los fans que, previamente, sufren de baja autoestima, ansiedad o se sienten aislados socialmente, los que son más propensos a establecer relaciones parasociales extremas. Estas personas acaban proyectando en sus ídolos sus propias necesidades, metas y deseos, lo que las lleva a experimentar una identificación tan fuerte que la muerte de su admirada estrella se afronta no ya como un duelo sino como una crisis personal. Pero, aunque este dolor pueda parecer exagerado, los expertos señalan que es real y su negación puede provocar en la persona que lo sufre, más sufrimiento.
De hecho, la reacción de los fans de Michael Jackson a su muerte, dio lugar a una sentencia judicial sin precedentes. Un tribunal francés concedió en 2014 a cinco fans de Jackson una indemnización simbólica de un euro, en concepto de daños y perjuicios, por los «perjuicios emocionales» ocasionados por su muerte. Los cinco eran parte de un grupo de 34 seguidores de Suiza, Francia y Bélgica que demandaron al médico Conrad Murray, condenado a cuatro años de prisión en Estados Unidos por el homicidio involuntario de la estrella.
El juez de un tribunal de Orleáns consideró que cinco de ellos habían demostrado con testigos y certificados los severos perjuicios para su salud que ese fallecimiento les había ocasionado. Fue la primera vez en el mundo que se reconocían los daños emocionales en los fans por la muerte de un famoso, a pesar de que no había vinculo bidireccional: Michael Jackson, obviamente, no los conocía.
En la práctica, el euro simbólico no fue reclamado al médico encarcelado, pero el reconocimiento del estatus de víctima permite a los cinco fans solicitar tener acceso al lugar donde reposan los restos inhumados Michael Jackson en Los Ángeles, que es un lugar vetado al público.