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El museo del mago en Israel

Los inquietantes tesoros de Uri Geller

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Con 75 años y una vida rodeado de ‘celebrities’ que le agasajaron con todo tipo de extraños regalos, el ilusionista exhibe su colección de tesoros en su museo de Jaffa, en Israel. Un Cadillac de 1976 forrado con más de dos mil cucharas dobladas (con la mente) que pertenecieron a Winston Churchill, John F. Kennedy o James Dean da la bienvenida al visitante. Y eso no es lo más raro…

Por Raquel Peláez

Lunes, 31 de Enero 2022, 01:02h

Tiempo de lectura: 6 min

En medio siglo de carrera como mentalista, Uri Geller puede presumir de haber hecho migas con artistas como Salvador Dalí, Michael Jackson o John Lennon. Amigos que le regalaron objetos muy 'personales', como el huevo de oro que el músico de los Beatles le entregó tras confesarle que lo había recibido de manos extraterrestres. Ahora, el hombre que se hizo famoso en 1975 en España por doblar cucharas con el poder de su mente frente a más de veinte millones de espectadores (pausa dramática para que los actuales directivos de televisión puedan suspirar con anhelo) ha decidido reunir sus tesoros en un museo que lleva su nombre.

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Un mito en la televisión española. El 6 de septiembre de 1975 un joven Geller consigue batir todos los récords de audiencia con su actuación en el programa Directísimo, presentado por José María Íñigo. El entonces desconocido ilusionista israelí dejó a la audiencia española ojiplática tras doblar una cucharilla con lo que él llamaba “su poder mental”. Esa misma noche también consiguió que un reloj estropeado volviera a funcionar y pidió a la audiencia que se concentrara y probara en casa. Cientos de españoles siguen jurando a día de hoy que aquella noche ellos también consiguieron doblar cucharas y sus relojes parados volvieron a la vida.

Ubicado en una antigua fábrica en Jaffa, en Israel, la muestra cuenta con algunos objetos míticos como las pipas de fumar de Albert Einstein, las esposas de Houdini, el encendedor de cigarros de Winston Churchill o el perfume Chanel n.º 5 de Marilyn Monroe. También hay un microscopio para observar de cerca una cuchara doblada sobre la cabeza de un alfiler, obras del microartista británico Graham Short o imágenes talladas de Geller y Michael Jackson. Hasta una bola de cristal que le regaló Salvador Dalí tras confesarle que había pertenecido a Leonardo da Vinci.

Una réplica del Salvator Mundi de Da Vinci, colgada de una de las paredes del museo y en la que se ve a Jesucristo con una esfera en la mano le sirve a Geller para explicar la historia: «Cuando Dalí me la regaló no me lo creía. La acepté amablemente y la puse en el techo de mi Cadillac, que pasó por muchos museos, incluido el de Israel». En el año 2011, el ilusionista leyó un artículo en un periódico inglés sobre una pintura de Leonardo da Vinci recién descubierta, Salvator Mundi. «Me caí de espaldas cuando vi lo que Jesús tenía en la mano: ¡Es el cristal que me dio Dalí!», explica.

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Mi amigo Salvador Dalí. Geller cuenta que a principios de la década de 1970, Dalí le dijo que quería reunirse con él. «Había pintado cucharas dobladas en la década de 1930 y no creía que realmente yo pudiera doblarlas. Así que decidió traerme una cuchara de oro. La sostuvo en sus manos, yo puse mi dedo sobre ella y se dobló. Eso le asustó, pero nos hicimos muy buenos amigos y luego me hizo muchos regalos». Entre ellos se encuentra la bola de cristal que, según Dalí le contó a Geller, había pertenecido a Leonardo da Vinci y se podía encontrar en el cuadro Salvator Mundi.

De pequeño telépata a espía psíquico…

Una foto en blanco y negro colgada en otro rincón del museo muestra a los visitantes la humilde casa donde Geller pasó su infancia, no muy lejos de Tel Aviv. El célebre ilusionista, que nació en 1946, explica como de pequeño ya apuntaba maneras y con cinco años demostraba sus habilidades mentales en el colegio. «Los maestros se asustaron un poco. Podía mirar el reloj de pared y moverlo con el poder de mi mente», cuenta. Como para no asustarse. Más tarde, Geller se unió a la brigada paracaidista del Ejercito israelí y sirvió en la Guerra de los Seis Días en 1967. A la vuelta, comenzó a actuar en distintos escenarios y en 1970 ya era conocido por sus supuestas habilidades psíquicas.

Pero como no solo de doblar cucharas vive el hombre, Geller decidió diversificar su negocio: protagonizó películas, apareció como concursante en reality shows… Incluso atrajo la atención de las agencias de inteligencia internacionales. «Trabajé para la CIA y para el Mosad. Incluso para los servicios secretos de España. Me llamaron tras el asesinato de Carrero Blanco por parte de ETA», confesaba hace unos años en un programa de la COPE.

Lo más curioso del asunto es que, después de que la Agencia Central de Inteligencia del gobierno de Estados Unidos desclasificara en 2017 millones de páginas de documentos especiales sobre, entre otras cosas, varios experimentos psíquicos, Uri Geller consiguiera la prueba que necesitaba: «Como resultado del éxito de Geller en este período experimental, consideramos que ha demostrado su capacidad de percepción paranormal de una manera convincente y sin ambigüedades», asegura un informe de la CIA que el ilusionista exhibe con orgullo en otra zona del museo y que se remite a las pruebas que le hicieron en 1973. Según contaba el mentalista en The Telegraph, sus actuaciones doblando cucharas en televisión habían sido una «buena cobertura para su trabajo de espía.

¿Fans o aliens? El huevo extraterrestre de Jonh Lennon

Un extraño huevo dorado se presenta como una de las joyas de la corona de la colección de Uri Geller. Y no es para menos. El pequeño objeto metálico se lo entregó el mismísimo John Lennon en 1974 tras recibirlo de manos de unos extraños seres que entraron en su cuarto. «John Lennon me dio el huevo, alegando que lo obtuvo de un extraterrestre», declara Geller. «Lo primero que le pregunté: ¿Estabas fumando? Pero él me juró que era real»... Así comienza el relato de la noche en la que el músico de los Beatles recibió el huevo alien.

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La verdad está ahí fuera. Eso debió pensar John Lennon la noche en que una luz atravesó la puerta de su dormitorio y, tras levantarse y abrirla, se encontró a cuatro 'pequeños seres' que le entregaron un huevo dorado. El músico de los Beatles juró a Geller que esa noche no había fumado nada extraño. Que aquella eran extraterrestres. Lennon decidió que nadie como Uri Geller para custodiar su huevo alien.

«Yo estaba durmiendo en mi cama con Yoko, en mi apartamento del edificio Dakota, cuando vi una luz resplandeciente que venía de la puerta. Brillaba a través de las grietas y de la cerradura, como si alguien estuviera ahí fuera con focos o la casa se estuviera incendiando». Esas fueron las palabras que Geller escuchó de la boca de John Lennon el día en el que el músico le relató su encuentro en la tercera fase. «Salté de la cama mientras Yoko seguía durmiendo y abrí la puerta. Allí fuera había cuatro personas», continúa Lennon. «¿Fans?», le pregunta Uri Geller. «Bueno, en realidad no querían mi maldito autógrafo. Eran pequeños. Como insectos. Tenían grandes ojos y pequeñas bocas de insecto y se escabullían hacía mí como cucarachas». «¿Qué te hicieron», interpela Geller. Lennon maldice de nuevo: «¿Cómo sabes que me hicieron algo, hombre? Tienes razón. Hicieron algo, pero no sé lo que era. Traté de empujarlos pero, cuando di un paso hacia ellos, me hicieron retroceder. Quiero decir, no me tocaron. Era como si me empujaran con fuerza de voluntad y telepatía». Cuando se despertó, Lennon cuenta que, sin saber cómo, estaba de nuevo en la cama y tenía aquel objeto dorado en la mano. «Quédatelo», le dijo a Geller. «Es demasiado raro para mí. Si es mi billete a otro planeta, no quiero ir allí». Y Geller termina la historia: «Ahora, años después, cuando sostengo el frío huevo de metal en mi puño, tengo la fuerte sensación de que John sabía más sobre este objeto de lo que me dijo. Tal vez no vino con un manual de instrucciones, pero creo que John sabía para qué era. Y cualquiera que fuera ese propósito -¿comunicación? ¿curación? ¿un boleto intergaláctico de primera clase? – le asustó. Desearía haberlo advertido. . . que por muy aterradores que parezcan los extraterrestres, son los humanos a los que hay que temer», concluye el ilusionista.