«No creo en la vocación tardía»

María jesús fuente soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO

La pintora viguesa prepara entre sus proyectos inmediatos una exposición sobre arte y moda

07 nov 2011 . Actualizado a las 11:30 h.

Quién piense que Adela Rodríguez es una vocación tardía rescatada para el mundo de la plástica se equivoca. «No creo en la vocación tardía, creo en la necesidad de expresarse de una u otra forma en un momento dado, lo cual no quiere decir que la vocación empiece en ese momento», explica la pintora viguesa.

Su tío Javier, arquitecto, le enseñó de pequeña a coger el lápiz, a colorear, a sombrear. «Tuve la gran fortuna de que con nueve años me diagnosticaron una tuberculosis pulmonar que me obligó a permanecer meses en la cama y, para entretenerme, mi tío me regaló una caja de pinturas y me enseñó a contar historias con los lápices», explica.

Cuando Javier falleció de forma trágica en accidente de tráfico ella contaba solo 12 años. Entonces se enfadó con el mundo y decidió cambiar esa relación. Todavía lo recuerda. «Creo que su muerte influyó en toda mi familia, de hecho fue la primera vez que vi llorar a mi padre».

Años más tarde, cuando tomaba un aperitivo en un bar, José María de Labra le mostró sobre una servilleta de papel lo que tiene la pintura de conceptual a través de una de sus obras. «Representaba esa experiencia vital de que cada ser humano tiene un camino en la vida y lo sigue de forma individual hasta que se encuentra con alguien; entonces lo ensancha durante un trecho para compartir un momento vital; después esa relación termina y vuelve a caminar en solitario». Ese «chispazo» que recibió del pintor gallego iluminó su cabeza y le descubrió que es posible contar la vida por medio de trazos y expresar un camino, un estado de ánimo. «Hasta entonces mi concepto era más de color, luz y formas, que reflejaban lo que tenía a mi alrededor». A partir de ese momento todo en su vida parecía fraguarse en torno a la pintura. Como sucedió al llegar a Palma. Su amigo Reiner y el novio de este, Dirk, la recibieron en el aeropuerto con un ¿quieres pintar?. «Si hay que pintar, pinto», respondió, y sintió que ya no podía seguir negando la evidencia. «Sentí que tocaban el timbre dentro de mi corazón». Con ellos empezó a caminar con paso firme y a pintar mientras hablaba alemán, algo que hará posteriormente con mucha frecuencia.

Alemania

Y es que Alemania forma parte de su vida. Su relación con Hannover, en donde pasa cada año largas temporadas, data de hace veinte años, los mismos que tiene su hija.

Pero, la decisión de expresar todo lo que lleva dentro surge en un momento concreto de su vida, cuando Adela, «que significa noble», se siente más segura.

Es entonces cuando decide sin miedo mostrarse a los demás a través de su obra y cuando surge «esa eclosión, quizá una erupción», como lo define Antonio Altarriba. Su producción artística no cesa desde ese instante.

«Me cuesta tomar una decisión, pero una vez que lo hago, está ahí, ya no hay vuelta atrás; me molesta que la gente arroje la toalla a la primera dificultad». Su serie primera de cartones comienza con la huella de un aroma. Es extraño encontrar el negro en su obra, va en contra de su forma de ser, de su naturaleza siempre vital. «Hay algo que me impide ver el negro; por muy negativo que sea, siempre aparecen matices que lo diluyen».

Su primera exposición tuvo lugar en la galería Quadro con motivo de una colectiva de Mujeres, de la que se siente muy orgullosa.

Ahora acaba de clausurar una muestra individual en esa misma sala y el día 30 inaugura otra, también individual, en la del BBV. Entre sus más inmediatos proyectos figura una exposición en la que se darán cita dos aspectos muy presentes en su vida: arte y moda, pero ese ya es otro capítulo del que prefiere no dar más detalles.

Adela Rodríguez

Pintora

Canido

«Porque en este lugar han transcurrido todos mis veranos y me cargo de energía positiva, es algo así como el vientre materno, seguridad, amor, protección».