El párroco de San Miguel aplicó la ley antitabaco al demonio

j. l. vigo / la voz

VIGO

14 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La banda de música municipal de Celanova aplicó ayer un ritmo alegre y acelerado al retorno de la imagen de San Miguel a la iglesia parroquial de Oia. El santo residió en la ermita de Os Liñares desde el pasado sábado, cuando por la tarde realizó el camino descendente para presidir in situ las fiestas de este barrio de Oia.

Nadie sabe cuándo empezó, pero en ese camino de traslado del santo, desde la parroquial a Os Liñares, algunos paisanos abordan el paseo procesional para ponerle un pitillo encendido al demonio que pisa la imagen del arcángel. «Hace mucho años, algunos se escondían por las fincas del camino y saltaba por sorpresa para ponerle el pitillo al demonio», explica un vecino.

A los diferentes párrocos nunca les gustó la sorpresiva acción armada de nicotina. Sin embargo, la improvisación, por reiteración, se convirtió en tradición, y ha llegado a provocar algún pequeño incidente años atrás, con el enfrentamiento verbal entre autoridad religiosa y recalcitrantes de la tradición.

Sin embargo, este año, el demonio se quedó con las ganas de echar humo. En la procesión del pasado sábado, el nuevo párroco de San Miguel de Oia aplicó la ley antitabaco y los espontáneos se quedaron sin ver arder el chuiston en los labios del maligno. No quiere decir esto que se pierda la tradición, pero esta vez ha ganado la salud.

Cuadro al agua

No es la única extravagancia relacionada con la religión que ha tenido lugar en la parroquia de Oia. Ya hace algunos años, algunos vecinos, hartos de que la festividad de San Miguel coincidiera con una meteorología adversa, decidieron realizar un extraño conjuro que consistió en sumergir, en las aguas de la playa de Canido, un cuadro con la imagen del santo. Según recuerda algún vecino, el ritual fue un fiasco y la lluvia siguió presidiendo la jornada festiva de la parroquia. Ayer concluían las fiestas en Os Liñares, tras cuatro días de verbenas, bandas de música y atracciones. Esta, como las otras fiestas que se desarrollan en la parroquia y en toda Galicia, se pagan con el dinero que aportan los vecinos. Las comisiones de fiestas recorren, semanas o meses antes, la casas para solicitar la contribución. «Hace años, anotábamos en un papel lo que pagaba cada uno, y la gente se picaba y daba más que un determinado vecino; hoy en día, las aportaciones voluntarias han descendido muchísimo, y hay algunas zonas a las que vamos pero sabiendo que no nos van a dar nada», se lamentaba un antiguo miembro de una comisión.