Nunca segundas partes fueron buenas. Hasta ayer y en el pleno de Oia, cuando el alcalde consiguió por fin el apoyo de los tres ediles de su grupo que en la sesión anterior impidieron con su abstención el aprobar la distribución de salarios. A la segunda fue la vencida. Pero lo más sorprendente no fue lo más extraordinario.
Hace quince días el problema fue con sus compañeros, pero ayer, el enfrentamiento se centró con el edil del BNG que intentó grabar la sesión. El concejal, Miguel Giráldez, denuncia una actitud «agresiva» por parte del alcalde, al que acusa de atacar contra el principio de libertad de expresión.
Con respecto a los repartos que quedaron pendientes, el regidor optó por la vía condescendiente y premió la pataleta de sus socios con otras tantas representaciones en las juntas de gobierno que, de momento y, con los presupuestos prorrogados desde el año pasado, se cotizan a cien euros por asistencia en cada encuentro semanal.
Y, mientras que en los Concellos limítrofes se fuerza la reducción de dedicaciones, en Oia, con algo más de 3.000 habitantes, se establecen dos parciales y una exclusiva.