El centenario aéreo

VIGO

19 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Este año se cumple un nuevo centenario que el Concello podrá ignorar a sus anchas, como es costumbre. Porque en agosto hará un siglo del primer vuelo de un avión sobre Vigo, un evento que, para no romper la tradición, estuvo cargado de polémica.

El 19 de agosto de 1911, los vigueses tomaban los miradores de la ciudad para asistir a la exhibición aérea del piloto Leonce Garnier, contratado al efecto por el Ayuntamiento. Sin embargo, el pionero francés no se presentó. Su ausencia no se debió a la informalidad ni a la falta de audacia. Simplemente, ocurrió que el gobernador civil de Pontevedra dictó una orden prohibiendo el vuelo sobre Vigo, al efecto de que el primer vuelo de un aeroplano en la provincia se produjese sobre la capital, que tenía contratado a Garnier para los días 20 y 23.

La intervención de la máxima autoridad gubernativa impidió que nuestra amada capital se sintiese agraviada. Y los vigueses, que esperaban en el puerto y en O Castro, se quedaron con un palmo de narices, teniendo que conformarse con contemplar el vuelo de las gaviotas. Al día siguiente, Garnier sobrevolaba el Lérez engrandeciendo las fiestas de la Peregrina, donde esa tarde lidiaba el torero Machaquito.

Sin embargo, como aquellos vigueses de antaño eran tenaces, pronto buscaron a otro piloto de renombre que surcase los cielos de la ciudad. Así encontraron al reciente ganador del raid París-Madrid, el también francés Jules Vedrines. El 21 de septiembre, el aviador galo era recibido en la estación de trenes por una multitud jubilosa, mientras estallaban en el cielo 21 bombas de palenque. Un automóvil, cedido por el Conde de Torrecedeira, trasladó al pionero hasta su alojamiento en el hotel Continental.

La exhibición aérea se celebró en Balaídos, donde se habilitaron gradas. La entrada general costaba una peseta y los palcos, 30, con capacidad para seis personas. Tras dos breves vuelos sobre el recinto, Vedrines aterrizó y emprendió la travesía culminante de su exhibición, sobrevolando Castrelos y Sárdoma durante doce minutos.

Las crónicas de la época afirman que los vigueses se quedaron encantados. Y se supone que, también, aliviados porque, en esta ocasión, el excelentísimo gobernador civil de la provincia tuviese otros asuntos en que ocuparse y permitiese la celebración del evento.

Se supone que la organización del Festival Aéreo habrá tomado nota de la efeméride y que algo podrá hacerse por recordarla el próximo verano. Del Concello, para no variar, no esperamos gran cosa.

eduardorolland@hotmail.com