Una calle para el doctor Eduardo Martínez

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

15 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

Gracias a una mudanza (otra vez el puro azar) Patricia Martínez de Vicente descubrió en 1986 que su padre, el cirujano vigués Enrique Martínez Alonso (fallecido catorce años antes del descubrimiento) había sido espía. Tirando del hilo de aquella doble vida se fue enterando de los vericuetos por los que había transitado. La historia (al menos lo más sustancial), lo puso por escrito en La clave Embassy.

Así supimos que cientos de judíos pudieron ponerse a salvo a principios de los 40 gracias al concurso del doctor titular de la Embajada Británica en Madrid y uno de los eslabones vitales de las rutas de escape desde España, vía Portugal, las más de las veces a través de la frontera de Tui.

El caso es que la Asociación Gallega de amistad con Israel ha pensado que ha llegado el momento de reconocer la labor humanitaria que, de forma clandestina, realizó Enrique Martínez. Han remitido un escrito a Abel Caballero para pedirle que la corporación municipal acuerde que en el futuro una calle de la ciudad lleve el nombre del médico espía.

Dice también la Asociación que una manera de demostrar que el alcalde está por la labor sería sumarse el próximo día 27 a la celebración del Día Mundial en Memoria de las Víctimas del Holocausto, amén de aprobar una declaración institucional. En previsión de que el regidor pudiera argumentar que prácticamente no hay tiempo para organizar un acto mínimamente digno, se ofrecen para contactar con supervivientes del Holocausto. «No debemos olvidar nunca la vergüenza y el horror de la historia colectiva», afirman.

Curiosamente, el libro de Patricia sirvió para que las distintas ramas de la familia Martínez en Vigo volvieran a encontrarse. No hay que olvidar que el médico espía residió pocos años en la ciudad, ya que la familia se trasladó a Liverpool a mediados de la segunda década del siglo pasado. En esos encuentros participaron sus sobrinos y primos de la saga conservera de los Alonso (fue el abuelo del doctor el que fundó Conservas Antonio Alonso tras regresar de Cuba, donde había hecho fortuna) y también los de la saga de los García Martínez.

Seguro que si finalmente el Concello accede a dedicar una calle a su antepasado volverán a reunirse para celebrarlo. A ver.

Hacía tiempo que el ex alcalde de Baiona quería cambiar de aires. Y no para volver a las lides políticas municipales como se rumoreó en su día -«Cuando hace cuatro años dije que me iba algunos no lo creyeron, pero fue un adiós», asegura-, sino para afrontar otros retos y hacer cosas nuevas.

Bueno, pues deseo cumplido. El pasado primero de diciembre su amigo José Blanco le encomendó la dirección general de seguridad, organización y recursos humanos de Adif. Lo cierto es que la Administración de Infraestructuras ferroviarias no es para él una desconocida, ya que uno de sus cometidos en Tragsa era precisamente encargarse de las relaciones con Adif.

El bautismo de De la Peña en el nuevo cargo fue el estreno del AVE a Valencia y Albacete. Aunque dice que el apartado de obras no es lo suyo -«bastante tengo con ocuparme de una plantilla de 13.000 trabajadores y de la seguridad»-, seguro que le veremos con frecuencia por Vigo. Que si el inicio del derribo de la estación, que si la colocación de la primera piedra de la nueva, que si la fiesta de remate del túnel de As Maceiras... Pero lo que espera con más impaciencia es el viaje inaugural del AVE entre Madrid y Vigo. Como los 300.000 vigueses, que seguimos sin entender cómo en pleno siglo XXI se siguen tardando 10 horas en realizar ese trayecto.

Donde van a verle poco es sus posesiones vitivinícolas y hosteleras. Menos mal que tanto en la bodega del pazo Casanova (Ribeiro) como en los hoteles y el restaurante de Baiona cuenta con manos derechas (en su caso tal vez izquierdas) de toda confianza.

Matamá abre hoy el año romero en la ciudad. Centenares de asiduos darán las vueltas de rigor a la capilla.