Isaura celebra sus103 años sin bisnietos que la releven en la parroquia de Quintela

La Voz CRECENTE/LA VOZ.

VIGO CIUDAD

09 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

La misma mirada que a los 19 años, cuando se casó con su hombre. Igual mimo por todos los que le rodean. Lo único que le ha cambiado a Isaura Sánchez Vázquez a los 103 años son las fuerzas para caminar por la finca y un poco de oído. La clave de poder esperar por los tataranietos está en «fartarse de traballar no campo». Poca comida y muchos esfuerzos parecen las claves de esta anciana de la parroquia de Quintela, que solo ha pasado por el quirófano para ser operada de cataratas hace unos diez años.

Su hija Helena de 78 años, que es quien la cuida, no ha tenido la misma suerte y sufre del corazón. Así que como pueden vigilan la una de la otra, con las constantes visitas de la nieta mayor, Conchita González. Como ocurre en la mayoría de parroquias del municipio, la tercera generación ya no aguanta en casa. «Yo quiero ser enterrada aquí y adoro mi tierra, vengo cada dos por tres porque no me puedo perder a la joya de mi abuela, pero vivo en Vigo», apunta la entregada nieta, cargada de amor por la anciana vestida de negro que se calienta junto a la cocina de leña. Mientras mira con asombro y trata de sonreír a la cámara, su familia desgrana la prole que comparte apellidos.

Cinco nietos: Toñita, Severo, Carlos Xoán y Conchita, y diez bisnietos repartidos por todas partes que de cuando en cuando acuden de visita. «Le encantan los niños pequeños, cada vez que los ve en la televisión le emocionan. A mi me crió hasta que cumplí los siete años», apunta Conchita con ternura mientras Isaura rezuma coquetería.

«Así, con esta cara tan vella, non me saquedes», protesta ante el objetivo. «Estaba mellor de moza, como cando casei- rememora esta centenaria.-O meu home me levaba 14 anos e sempre fomos moi felices. Nunca recibín una mala palabra nin unha bofetada. Morreu xa fai tempo, cando contaba con 90 anos». Cuando echa la vista atrás es cuando más le brillan los ojos, añorando su parroquia de Os Piñas, «na que aínda quedan moitas fincas, que valen as súas pesetas porque morreron meus irmáns e me quedou a min todo».

Rutina diaria

Así, entre fotografías del pasado, transcurre tranquila su vida. Mañana relajada tras levantarse a las doce, aseo y visita a la cocina, comidas ligeras, algo de siesta y un poco de entretenimiento de la televisión. «Ahora camina menos y está un poco pachucha por el invierno. Es que hace veinte días estuvo con gripe y aún no se repuso del todo», recuerda su hija Helena Vallejo. Sin embargo todavía les sobra energía para pensar en el siguiente cumpleaños. El 20 de septiembre toca poner un 104 delante de la tarta, todo un evento que espera sea la mita de feliz que cuando llegó a los 100. «Festexamos co alcalde e todo, que me quere moito», apunta mientras enseña el reportaje de fotos que le hicieron junto a su familia.