Ciento cincuenta grados

VIGO

06 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El catedrático Jaime Cabeza, candidato al Rectorado, ha hecho un anuncio sorprendente: «La Universidad necesita un giro de, al menos, 150 grados». La frase fue pronunciada en el salón de grados de Económicas, ante numerosos simpatizantes. De haberme encontrado entre el público, no habría podido dejar de aplaudir: ¡150 grados!

Por desgracia, el profesor Cabeza no explicó su método para llegar a la cifra. Desconocemos si desarrolló complicados algoritmos en el Centro de Supercomputación de Galicia. Tampoco sabemos si utilizó un sincrociclotrón o hizo colisionar neutrinos en el acelerador de partículas de Ginebra. Pero decir que algo deber cambiar «150 grados» es, como mínimo, un hallazgo de la oratoria digno de premio.

Simpatizo con los científicos por razones diversas. Una de ellas es haber leído Los cuentos de la taberna del ciervo blanco, de Arthur C. Clarke. Me encanta el retrato de los sesudos investigadores, cuando salen del laboratorio y comparten pintas de cerveza. Así que no puedo menos que felicitar a Cabeza por su exactitud al determinar el cambio que debe operarse en la Universidad: 150 grados, un ángulo recto y dos tercios más.

Al margen de la precisión del dato, lo que sí es cierto es que resulta muy probable que Jaime Cabeza tenga razón. En que la Universidad de Vigo necesita un cambio parece de acuerdo hasta el actual rector, cuando ha decidido no presentarse a la reelección.

En los últimos años, la Universidad ha acumulado conflictos innecesarios. El principal, con la Escuela de Empresariales, a la que se condenó por capricho a no poder adaptarse a Bolonia y tener un grado propio. El Rectorado hizo oídos sordos a la protesta de alumnos y profesores, despreciando a un centro casi centenario. Para cuando hubo luz verde, era tarde. Y, tal vez no por casualidad, se firmó luego un acuerdo entre Rectorado y Caixanova para dar rango oficial a los estudios de la Escuela de Negocios.

Tampoco la política general universitaria pareció acertada. El empeño en diseñar un costoso campus, recurriendo a arquitectos de renombre, no encaja en una institución que dice tener una financiación insuficiente. Tal vez resulte exagerada la comparación de Cabezas entre Marcosende y la Cidade da Cultura. Pero parece legítimo que pida «menos hormigón y más universidad».

No sabemos qué resultará del proceso electoral en la Universidad. Pero sería bueno recuperar la ilusión que se generó, por ejemplo, en el primer mandato de Domingo Docampo. Para esto sí hace falta un giro. Podría ser de 150 grados.