En Vigo hay una máxima que explica la personalidad caótica de la ciudad: cuando las instituciones desembarcan, siempre hace tiempo que la realidad las ha superado. No es que lleguen tarde, es que además las instituciones se quedan pequeñas; como le pasó ayer al auditorio de la sede de la Xunta en Montero Ríos y como, según algunos alcaldes, le pasa a la nueva delegación del Gobierno gallego en Vigo. Lucía Molares se presentaba a la ciudad como nueva superdelegada de vestido amarillo y violeta y la mitad de la ciudad se había quedado fuera.
Otra mitad sí había entrado. Muchos empresarios, muchos políticos y muchos funcionarios. Es decir, muchos abrazos y muchos besos. Y sin embargo, aunque los concejales de ahora se peleaban por besar mejillas, el más estrujado fue el ex alcalde Manuel Pérez . ¿Por qué?
Y la más besucona, la futura presidenta del Puerto. Corina Porro y Abel Caballero se habían prometido mutuamente colaboración y lealtad, cuando se conoció que ella presidiría la Autoridad Portuaria. Ayer Corina repartió besos a diestro y siniestro. A todo el que se le puso a tiro. No tantos como la maestra de ceremonias, que recibió personalmente a todos los asistentes al acto, pero casi. Sin embargo, cuando Caballero -morenísimo- se acercó a Porro -rubísima-, esta le ofreció un gélido -gelidísimo- apretón de manos, asintió dos veces y pasó de él. El alcalde se quedó un par de segundos merodeando cerca de la futura presidenta del Puerto, que charlaba con alguien, y acabó dándose por enterado de que no habría beso. Ni uno ni otro perdieron sus enormes sonrisas en ningún momento. Políticos.
En su discurso, Molares aseguró en castellano que a ella lo de súper le sobra. «Me siento pequeña», confesó. Prometió trabajo, colaboración institucional y austeridad. Aseguró que será «pesada e incómoda» con su propio partido para conseguir. Y se dejó querer: «Quiero ir de la mano de los catorce alcaldes». De los catorce.