Amanece en Vigo el 29 de marzo y la villa vuelve a ser de los vigueses. Desde el castillo de San Sebastián y la atalaya del Castro, los vecinos ven recortarse sobre la ría, en la bocana de las Cíes, las velas de las fragatas inglesas, enormes con el viento del sur, cargadas con casi millar y medio de prisioneros franceses, rumbo a Inglaterra.
La villa se convierte en la primera plaza fuerte de Europa en ser liberada tras una ocupación napoleónica. Tras la victoria de ayer, 28 de marzo, las tropas imperiales no regresarán nunca, y apenas cuatro meses más tarde serán expulsadas de toda Galicia con la victoria en Ponte Sampaio. En los dos días previos, la sublevación viguesa ha logrado el éxito. El lunes, 27 de marzo, se desencadenó la batalla que terminó con la rendición francesa. Chalot firma la capitulación a bordo de la fragata Lively, mientras en el ataque a las murallas mueren más de cien franceses y unos treinta vigueses. Entre ellos, está Carolo, el viejo marinero del Berbés. Mientras que Cachamuíña cae herido en la puerta de la Gamboa.
A la mañana siguiente, el martes 28 de marzo, Chalot sale de las murallas de Vigo, rendido junto a sus soldados. Los ocupantes embarcan como prisioneros rumbo a un puerto inglés y los vencedores se reparten el botín de la victoria. Podemos imaginar la alegría de los vigueses al recobrar su libertad. Pero sabemos que no hubo tiempo para grandes celebraciones, pues la guerra continuaba a las puertas mismas de la villa. Tras la expedición de Almeida, persiguiendo a la columna de 600 franceses comandada por Chapuzet, Morillo marchará también, el 30 de marzo, hacia Tui, para reforzar el sitio e intentar recobrar la capital provincial. En Vigo, fue nombrado gobernador el capitán Francisco Colombo, pero sólo durará cuatro días en el cargo, para ser sustituido, el 2 de abril, por Bernardo González Cachamuíña , quien fue objeto de nuevas conspiraciones. Las diferencias entre comandantes, vividas en los días previos a la Reconquista, que sabemos que estuvieron a punto de desembocar incluso en fusilamientos, seguían vivas en la villa, y los recelos entre los comandantes eran constantes. El coronel García del Barrio, testigo de los hechos, narraría luego: «La plaza de Vigo, que por su situación debería ser un poderoso baluarte de los patriotas, por su puerto y fortificación, se convirtió en un teatro de intrigas fulminadas entre los caudillos, creyendo unos que los otros se habían apoderado de riquezas inmensas, cogidas al enemigo, y que sólo existían en la acalorada imaginación de los mal contentos. Nombraron por gobernador de la plaza al capitán Colombo; le desposeyeron con igual facilidad del mando, y pusieron en su lugar al de la misma clase D. Bernardo González, a quien intentaron desposeer con nuevas intrigas, que hubieran conseguido, si yo no le confirmara en el mando y contenido oportunamente las discordias que reinaban en los diversos partidos».
Los vigueses, unidos en la lucha librada los dos días previos contra los franceses, veían cómo sus mandos seguían compitiendo por reclamar cada cual para sí mismo los laureles de la victoria.
Los protagonistas se apresuraron a redactar partes a la Junta Central, reclamando sus méritos, criticando a sus rivales y, en general, lamentando el clima de desavenencias que se vivía en Vigo. Morillo afirma: «La constitución en que se encuentra este Reino de ardor y entusiasmo para extinguir a los enemigos, y aún perseguirlos hasta sus propios hogares, merecen la más alta atención de una Cabeza Superior Militar inmediata a la que todos obedezcan, pues por el contrario resultan desavenencias entre la muchedumbre de mandos». Como es costumbre, Morillo denuncia, pero aprovecha la ocasión para postularse como candidato a jefe supremo. El alcalde Vázquez Varela se queja también de la falta de un liderazgo claro. En su escrito a la Junta Suprema del 3 de abril afirma que no ve claro conservar Vigo, sin que caiga también Tui, y pide que se nombre a un mando que sea respetado: «Será imposible su conservación no lográndose la rendición de Tui. Continúa su bloqueo, pero lo dificultó hasta ahora la falta de una cabeza inteligente, capaz y autorizada a la vista».
Falta una autoridad clara. Pero cada caudillo se ve a sí mismo como el mejor candidato.
El primero que pone un poco de concordia es el coronel García del Barrio, que desde el cerco de Tui toma una decisión salomónica. Para evitar disputas, destituye a Colombo cómo gobernador de Vigo y decide ponerlo al mando de una fuerza armada, con lo que lo hace salir de la villa. Para gobernador de Vigo elige a Cachamuíña, con el pretexto de que está herido, postrado por los balazos recibidos en la Gamboa, y que es con eso el mejor candidato para permanecer en la plaza.
Con la resolución se gana una mínima calma. El vigués Manuel Táboas cede un velero, que rebautiza como Fernando VII , para que parta rumbo a Sevilla a dar la noticia de la Reconquista y de los recientes nombramientos. El servilismo que representa el nombre de la embarcación revela cómo todos intentan ganar méritos. Y como, pese a la constitución redactada en Cádiz, habrá algunos que terminarán pidiendo al rey Borbón que vuelva al Absolutismo, al grito de «¡Vivan las cadenas!».