Un supuesto estafador que se declara insolvente vive en la calle más cara de Vigo

E.V.

VIGO

18 mar 2009 . Actualizado a las 11:34 h.

Miguel G.R. se movía por Vigo y comarca en un Audi A-4 familiar, invitaba a comer en parrilladas caras a sus amigos del club de golf de Mondariz, regalaba teléfonos de móvil de su empresa y sacaba fajos de billetes de sus bolsillos. Este se jactaba de ser un rico promotor inmobiliario con negocios petroleros en México, que planeaba construir una urbanización en A Cañiza en pleno bum del ladrillo. Presumía ante sus amigos de que viajaba mucho a Madrid para las reuniones con sus socios.

Pero, siempre según la Fiscalía, todo resultó ser un burdo engaño basado en el viejo timo de la apariencia. Consiste en mostrar gran solvencia ante sus amigos y futuras víctimas. Cuando ganaba su confianza, les ofrecía negocios con rápidas ganancias, por hacerles un favor de amigo pues a él le sobraba el dinero. Los pardillos picaban el cebo, le entregaban grandes sumas de dinero y, luego, el millonario se tornaba huidizo, no contestaba al móvil y si le reclamaban abiertamente el dinero, daba largas y decía estar sin liquidez.

Si alguien le denunciaba, aseguraba que le devolvería el dinero pero que, en ese momento, atravesaba una mala racha. Alguna víctima descubrió que, pese a su repentina pobreza, Miguel se acababa de mudar a un apartamento en la plaza de Compostela, el barrio con el metro cuadrado más caro de Vigo y, quizás, de Galicia. Gracias a su habilidad, embaucó a otro amigo que le alquiló el piso por una renta simbólica que paga cuando puede.

La Quinta Sección de la Audiencia, con sede en Vigo, celebró ayer el primer juicio contra Miguel G.R., acusado de estafa o, alternativamente, de apropiación indebida. El fiscal pide que sea castigado con dos años de cárcel por engañar en junio del 2006 a un abogado vigués para que le entregase 7.500 euros a cambio de su participación en la compra de una finca de su tío en Salvaterra. Le prometió ganar en la reventa 3.000 euros en tres meses, un pingüe beneficio del 160% del que la víctima nunca supo.

El acusado alegó en el juicio que dicho contrato era un préstamo personal que el abogado camufló como compraventa porque temía que su esposa se enfadase porque acababa de perder otra gran suma en la estafa de Afinsa. Dice que él es insolvente y que no puede pagar sus deudas.