Las mujeres se cruzan de brazos

VIGO

Tenían que pagar la mitad de su sueldo como previsión ante la maternidad, pero las trabajadoras de las conserveras se negaron en diciembre de 1931 y paralizaron el sector

17 dic 2008 . Actualizado a las 11:43 h.

Las mujeres aún no tenían derecho al voto sin embargo, desde mediados de diciembre de 1931, las trabajadoras de las conserveras lograron paralizar el sector más importante de la economía viguesa. El origen del problema se situaba en un teórico avance para las mujeres. El gobierno de Azaña introdujo un subsidio destinado a apoyar económicamente a las mujeres tras la maternidad. Para ello, se estableció que las trabajadoras deberían aportar una parte de su sueldo para el momento en el que fuesen madres.

Las trabajadoras entendían que la ley no resolvía sus problemas porque, generalmente, cuando contraían matrimonio abandonaban las fábricas, perdiendo de este modo el derecho al subsidio y a las cuotas aportadas. Por otro lado, los sueldos eran lo suficientemente bajos (oscilaban entre las 2 y las 3,25 pesetas) como para no permitir rebajas aunque fueran destinadas a subsidios, y menos, si éstos significaban la mitad del jornal como era el caso de la maternidad. En cambio, el comité de huelga formado por las mujeres sí veía con buenos ojos la creación de un subsidio más amplio que el puramente dedicado a la maternidad, y que englobara a todas las enfermedades.

Cuatro mil mujeres extendieron el paro a toda Galicia. La Unión de Fabricantes de Conservas de Galicia, precedente de Anfaco, trató de convencer al ministro de Trabajo de la necesidad de eliminar el subsidio de maternidad y crear uno de enfermedad, al que estaban dispuestas a contribuir todas las huelguistas. Tras un mes de conflicto, y tras la mediación del diputado galleguista Ramón Sánchez Picallo, el conflicto finalizó, fijándose la retención del subsidio de maternidad en los 15 céntimos. Las mujeres tuvieron que pelear en solitario al no obtener el respaldo de los sindicatos de la época. De hecho, llegaron a constituirse en la Sociedad de Obreras de Fábricas de Conservas.

No era el único problema de la industria de la conserva de la sardina. Muchos marineros estaban parados debido a la escasez de sardina y, otros empleaban métodos ilegales de pesca, como el uso de la dinamita. Los marineros constituyeron un comité de vigilancia para detectar a quienes empleaban dinamita, pero también para regular las capturas. Por su parte la asociación de fabricantes de conserva se mostraba contrario a estas cuotas porque hacían que los precios subiesen y repercutía en sus ganancias.

La ciudad, al igual que el resto del país, vivía tiempos de cambio con las tensiones que ello conlleva. Desde la proclamación de la República, Vigo había tenido dos alcaldes y se disponía a recibir al tercero. El 18 de diciembre de 1931 era elegido alcalde, por los miembros de la corporación, Amado Garra Castellanzuelo, del partido republicano. En su toma de posesión, lamentaba que hubiera un clima de hostilidad en el seno de la corporación, al tiempo que reconocía que carecía de un programa de gobierno porque el Concello tenía la necesidad urgente de afrontar la deuda heredada, que ascendía a un millón y medio de pesetas.

Ciudad corpulenta

Y Vigo crecía tanto que era noticia en toda España. El diario monárquico ABC señalaba: «El problema de Vigo, por su corpulencia, es de los que reclaman incluso la atención del Estado». El crecimiento de la ciudad había sido espectacular en los primeros treinta años del siglo XX. En 1910, la ciudad contaba con 41.213 habitantes. En 1920, era de 53.100; y en 1930, ascendía a 65.012. Esta progresión le había valido entrar en el selecto club de las poblaciones con más de 50.000 habitantes, cuya reunión se desarrolló a comienzos de diciembre en Madrid, y a la que acudió el todavía alcalde Augusto Loredo Martínez.