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Yo también soy un «montuno»

AGRICULTURA

16 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Grupos ecologistas han lanzado una campaña para salvar a Quinín, el cerdo que pasea por las calles de la localidad coruñesa de Dumbría. En lugar de confinarlo en un cortello, su dueño lo pasea cada día, para que se oree a sus anchas. En breve fecha, el porco vivirá su San Martiño, pero una panda de simpáticos lo ha convertido en su bandera. En su visión de las cosas, Quinín debe ser indultado y su dueño es poco menos que un desaprensivo.

Digo yo que el asunto debe de ser una broma. Porque en Galicia hay miles de cerdos que merecen más una campaña que el bueno de Quinín, que a diferencia de sus congéneres ha llevado una vida regalada, de excursiones y paseos, en lugar de estar hacinado y sobrealimentado en una nave industrial sin ver la luz del sol en toda su puerca vida.

Yo firmaría ahora mismo por la mejora de la vida de los cerdos criados industrialmente. Pero no levantaría una sola pancarta por Quinín, por mucho que en el fondo, con su popularidad, me haya caído simpático.

Sé, sin embargo, que me meto en temas escabrosos. La última vez que escribí una columna defendiendo a los puercos me escribió un irritado lector: «Déjese de hablar de marranos y hable de los temas de Vigo, que son los que interesan». Pero hube de responderle que no podía estar más equivocado.

Aunque Vigo sea una gran ciudad, con casi 300.000 habitantes censados, tiene matriculados más tractores que autobuses. Y, consultando ayer el anuario de la Consellería de Medio Rural, descubro que el municipio cuenta con 1.614 hectáreas dedicadas a la agricultura, casi la tercera parte de su extensión, y el equivalente a casi dos mil campos de fútbol como el de Balaídos.

En Vigo, para evitarle molestias a ese lector indignado, se crían 207 cerdos, 19 cabras, 215 vacas, 130 caballos, 30 conejas y 116 ovejas. Y esto es solo lo que está censado, pues podemos imaginar la cantidad de animales a los que jamás se ha dado de alta.

En los restaurantes de Madrid, es famoso el chuletón de Moaña, cuando en la villa vecina y hermana apenas hay registradas 48 vacas, la cuarta parte de las que criamos en nuestra gran ciudad.

Así pues no pensemos que nuestro Gran Vigo termina en la calle del Príncipe. Nada seríamos sin nuestro hermoso cinturón rural, por el que algunos desgraciados tienen un desprecio un poco señoritingo. No es mi caso. Cuando escucho a un compatriota calificar a otro de «montuno», de inmediato alzo la voz: «Vigueses somos todos. Y yo mismo, señor mío, soy también un montuno? Nacido en una clínica en el medio del monte? En el monte del Castro, concretamente».