Ánforas como asfalto

VIGO

25 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Como estamos sobrados de arqueología, en Baiona han decidido asfaltar una pista forestal con piezas del siglo IV. Ánforas, fustes, piedras labradas, antiguas tejas forman parte ahora del firme del camino, para satisfacción del viajero de a pie y del usuario de motocultor o chimpín, tanto de volante como de cornos . Los comuneros del lugar se han apresurado a dar la explicación oportuna: ellos no sabían nada. Los cascotes y la grava para la pista se los dieron, y ellos los echaron por allí, creyendo que la cerámica, en lugar de ser tardorromana, eran botijos.

Es obvio que estos señores pueden tener razón. Y que sean ajenos a la barbaridad que se ha cometido. Pero alguien, en la formidable cadena de despropósitos que ha llevado a esto, debería asumir su responsabilidad.

Cierto que hacer una carretera con restos antiguos no es una novedad. Los mismos romanos desmontaron algunas villas de patricios caídos en desgracia para tender la Vía Apia más allá de los Pantanos Pontinos. Pero, cuando se construyó la carretera más famosa de la historia de la Humanidad, los romanos eran aún romanos. Y la cosa tenía más de rapiña que de atentado arqueológico. Es como si hoy desmontan el Verbum y utilizan las piedras para hacer una autopista, un camino o, incluso, una hermosa escombrera. Que muy pocos íbamos a protestar.

Pero lo de Baiona es distinto. Y habla del poco respeto que tenemos por nuestra historia. Buenos ejemplos tenemos en Vigo, una ciudad que levanta casas para las palabras, mientras deja pudrirse en O Castro uno de los poblados prerromanos más importantes de Galicia. No ya sin una musealización, sino vallado y sin un mísero cartel que explique nada.

Un hallazgo arqueológico es en Vigo una molestia. El promotor inmobiliario, entre encontrar en su terreno el Partenón y no hallar nada, prefiere lo segundo. Sabe que deberá asumir un retraso enorme en las obras y que la Administración le pondrá muchas trabas y pocas ayudas. Como esto no cambia, muchos recurren a la picaresca.

No deja de sorprender que los romanos, gente clarividente, construyesen casi todas sus villas, tanques de salazón y factorías en terrenos que ya sabían ellos que, dos mil años después, iban a ser públicos. Solo este fenómeno de la futurología explicaría que en la zona de Areal se haya encontrado una gran fábrica latina cuando se construyó el centro de salud. Y que, curiosamente, no se hallase nada en las excavaciones para hacer el formidable aparcamiento subterráneo. Se conoce que, ingenieros previsores ellos, los romanos no querían molestar a la futura concesionaria y dejaron una franja idéntica al garaje sin construir nada.

Mientras seguimos meditando en estos misterios insondables, nos sorprendemos con la noticia de Baiona y su pista forestal asfaltada de ánforas.