«Serví en cuatro ejércitos y ahora hago castillos de arena en Samil»

Xulio Vázquez

VIGO

17 sep 2008 . Actualizado a las 10:55 h.

Iba camino de convertirse en un hombre de la guerra. Portó armas militares, pero asegura que no pegó un solo tiro porque actuó de pacificador. «Serví a cuatro ejércitos y ahora hago castillos de arena en Samil», afirma Martin Roosalu (39 años). Un estonio que lleva casi medio año en Vigo. Sustituyó la pólvora por la arena y disfruta haciendo figuras en la playa. Su arte cuenta con el mecenazgo de la empresaria viguesa Karina Fálagan y la expone delante del restaurante Jonathan.

Dice que fue profesional en el ejército durante seis años y con el grado de sargento. «Estuve con las tropas de la paz en Bosnia durante un período de seis meses, como todos los que fueron en mi misión», explica. Fue en un lugar llamado Doboj de Bosnia-Herzegovina y acudió bajo el pabellón de Dinamarca «porque Estonia suele aportar soldados a distintos países».

Confiesa (sonriendo) que «llegué a vestir hasta cuatro uniformes militares de diferentes países». Todo empezó cuando tenía 18 años (época en que su país pertenecía a la extinta URSS) y fue llamado a filas. «Solo podíamos elegir entre ir al ejército o a la cárcel. Yo elegí lo primero», señala. «Me mandaron a Ucrania porque siempre te enviaban a los lugares lejanos de tu residencia. Decían que era para mezclar nacionalidades, pero a los ucranianos los mandaban a otras repúblicas», argumenta.

Su experiencia de dos años con los rusos, de sargento, la resume en una palabra: «feo». «Todo era feo, la ropa era fea, los edificios eran feos y la gente era fea», señala.

Tras la independencia de su país, un día leyó un anuncio en un periódico y se anotó para las fuerzas internacionales. «Estuve seis años, en Letonia y Lituania, bajo el mando de Dinamarca y con el uniforme de este país», explica. Pero antes había usado el de Estonia y, más tarde, el de los norteamericanos, incluso lo equiparon con un fusil M-16. «Era otra fuerza de paz y servía de ayuda a Estonia porque no teníamos nosotros los recursos suficientes para montar un ejército que defendiese nuestras fronteras», aclara.

Sin embargo, se aburrió de todos esos uniformes, aunque Roosalu aún hizo un intento por alistarse en la Legión Francesa en busca sobre todo de un mejor sueldo. «Pagaban entonces 1.000 euros, pero yo ya tenía 33 años y no me admitieron», puntualiza.

Dijo adiós a las armas y le rondó por su cabeza viajar a Inglaterra porque entendía bien el inglés. Pero su desembarco se produjo en la costa del Levante español y se aplicó en la recogía de la fruta. «Así no necesitaba hablar mucho el español. Recogí lechugas, nísperos, naranjas...», manifiesta. Fue un período de cinco años, en los que llegó a trabajar en la construcción. Pero le gustaba más la arena fina de la playa y comenzó a hacer sus primeros castillos.