El Cristo se ha vuelto blanco y soso

VIGO

03 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ser vigués es fácil; solo requiere vocación y unos cuantos datos para desenvolverse con la naturalidad de un nativo. En primer lugar, y estando en el día en que estamos, es preciso confundirse a propósito y sostener con insistencia que el Cristo de la Victoria es el patrón de la ciudad. No se deje engañar con la historia de que la patrona es Santa María bajo la advocación de la Asunción. Paparruchas, el Cristo mueve y conmueve más. Es más popular. Ya llegará, a mediados de mes, San Roque para tutear al Cristo y arrebatarle la sonada distinción.

Curiosamente, la imagen del Cristo ha evolucionado en sentido inverso al de la ciudad. Durante décadas, creímos que era negro, el único negro residente en la ciudad. Pero ahora, que la ciudad se ha vuelto cosmopolita y acoge complaciente a gentes de todo el mundo, el Cristo se ha vuelto blanco y soso, porque su última restauración se llevó el mito del Cristo de la Sal, marina.

Otra insistente confusión que agrada al imaginario colectivo vigués es relacionar el calificativo de la Victoria con el triunfo sobre las tropas napoleónicas en 1809. Insista en esta cuestión, desprecia a aquellos eruditos que quieren romper el hálito legendario y aluden a la existencia del Cristo de la Buena Victoria antes de que asomara el morro por O Berbés cualquier enciclopedistas.

Así que hoy compre su vela en cualquier cerería de las proximidades de la plaza de A Constitución. Descálcese si tiene algo que agradecer o pedir al Cristo. Sitúese ante la Concatedral, que deberá llamar Colegiata para redundar en las tradiciones locales, y comience a andar detrás de la gente. Tenga por seguro que volverá al mismo sitio pero durante unas horas se sentirá parte de un colectivo. Por cierto, tenga cuidado con la cartera, que los carteristas también son muy devotos.