«Los dioses me castigarían si no fuese a Grecia al menos una vez al año»

VIGO

El arquitecto vigués, que atesora una extensa biblioteca sobre el mundo helénico, prepara una obra en la que sostiene la tesis de que el viaje de Ulises fue atlántico

27 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El arquitecto vigués José Antonio Martín Curty siente pasión por multitud de temas, pero hay dos que ocupan de manera sobresaliente el interés de este edificador del presente y «reconstructor» del pasado que excava la tierra no solamente para colocar los pilares de sus proyectos, sino para traer a la actualidad mundos que ya han desaparecido.

En el podio de Curty se sitúan casi al mismo nivel Los Beatles y el período helenístico. Para impregnarse de la mitología creada por Lennon, McCartney, Harrison y Starr, coge la guitarra para tocar cada semana con su grupo, La Comisaría. Para saciar su sed de la Grecia mítica, por cuya cultura profesa auténtica admiración, cuando puede, viaja hasta allí. Cuando no, se traslada al mundo helénico a través de la enorme biblioteca que posee o pinta miniaturas de soldados de plomo hasta formar ejércitos que, como mínimo, podrían derrotar a una colonia de hormigas, en caso de plaga.

«Desde que a los 9 años leí La Odisea , todo lo que caía en mis manos que tocase el tema griego, iba a comprármelo», cuenta. Ahora tiene una biblioteca con muchos miles de volúmenes sobre el tema y su intención es, algún día, hacer un trabajo de investigación relacionado con el poema épico de Homero, porque él está convencido de que La Odisea no fue un viaje mediterráneo: «Hay pruebas más que suficientes de que fue un viaje atlántico. Ulises no anduvo peregrinando ni por Sicilia ni por Mallorca, sino por Escocia. Llevo así como 30 años trabajando en el periplo de Ulises, y la bibliografía que tengo me sirve para apoyar mi tesis además de darme una justificación más para volver».

Tzatziki, retzina y la gloria

Para el arquitecto, sin Grecia no hay paraíso. «Mi primer viaje fue en los años 80 y me quedé tan maravillado que me prometí a mi mismo que volvería cada año y casi lo he cumplido. Hay veces que no he podido ir pero lo he compensado yendo más de una vez otros años, si no, los Dioses me castigarían». No tiene más que llegar a Atenas (primera parada aunque luego se mueva por todo el país), acercarse al barrio de Plaka, meterse en un restaurante, pedir tzatziki para comer y vino de retzina, y entra en un estado de felicidad plena: «Me olvido de los puñeteros taxistas, de lo capullos que son los griegos modernos, de la policía... Para mí poder estar allí unos días es la gran recompensa del año».

A pesar de que conoce casi todo el país, Curty reconoce que aún le queda mucho por explorar aunque selecciona sus incursiones. Huye de las capillas bizantinas, de lugares como Meteora y otros puntos turísticos, y se centra en lo que le interesa: la cultura griega desde el minoico al helenismo. «Yo voy allí a reencontrarme con Pericles, Platón y Agamenón». Y después de semejante cita, vuelve con una sonrisa y se trae algunas reproducciones de museos de cerámica griega, aunque las mejores piezas que tiene las consiguió en tiendas de anticuarios en Londres, ciudad en la que también consigue sus soldaditos de plomo. La afición viene de antiguo. Es una colección que empezó cuando tenía 10 años y sigue añadiendo falanges en una estantería repleta del suelo al techo. Aún ahora, pinta sus guerrerillos helenos por las noches para templar el carácter, cuando está estresado «o cuando vengo muy cabreado del Colegio de Arquitectos, que ocurre con mucha facilidad», asegura. Según él, no necesita usar gafas como casi todos los de su generación, gracias a este hobby que requiere buen pulso y precisión visual: «Creo que Asclepios, el Dios de la Medicina, me ayudó», bromea.

Pero Curty atesora muchas más cosas. Desde sus coches antiguos, de los que es incapaz de desprenderse, a aviones de la Segunda Guerra Mundial que recopila con un amigo desde hace 30 años. Tiene cientos de vinilos de The Beatles y material de la banda de Liverpool como para organizar una exposición que, de hecho, está pensando en hacer. El arquitecto se reconoce como coleccionista maniático, tanto que llegó a consultarlo con un amigo psiquiatra que le contestó que hay personas que tienden a ver la vida como un museo, que quieren conservarlo todo.

Música para Mª del Mar Bonet

El profesional, investigador, cinéfilo empedernido, amante de la arqueología, autor de libros sobre Vigo en los que ha buceado en la historia de sus cines, de sus jardines, de su Alameda, de Castrelos, o de edificios escandalosamente demolidos como el Rubira, es, también compositor. Pero además de hacer temas para su banda junto a Manuel Orío, tiene un «oscuro pasado» como autor de la música de dos canciones de María del Mar Bonet: El drac de na Coca y La veu del mar . Sorprendente.