El campus vigués se bebe un San Pepe festivalero y caluroso

Alberto Magro

VIGO

Más de 6.000 chavales colgaron ayer los libros para entregarse al alcohol y la fiesta

05 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Hace ocho años el rector Docampo soñaba con que la Universidad de Vigo creciese a imagen y semejanza del modelo americano. El ex rector veía un gran campus entregado a la producción científica en comunión con las empresas. Suspiraba por un recinto de convivencia en el que la estudiantes respirasen y compartiesen conocimiento. Un lugar, en definitiva, en el que el debate y los libros lo impregnasen todo.

Y como los sueños, sueños son, de todo ello había poco ayer en el campus. Aunque eso no significa que la Universidad se alejase del modelo americano. Más bien fue justo lo contrario: el campus se entregó desde media mañana hasta la madrugada a una fiesta desbocada y masiva idéntica a la que reflejan las tópicas películas yanquis de humor hormonado y adolescente. Solo faltaban las animadoras de pompón y falda volante y las hermandades con nombre de letra griega. El resto estaba todo.

No había libros, que en San Pepe no se llevan, pero había litronas. Escaseaba el debate de ideas, pero abundaban los chascarrillos entre porro y porro. Tampoco las clases estaban llenas, pero más de 6.000 chavales desparramaban juntos en la plaza Miralles. Y no se bebía conocimiento, que no era el día, pero a cambio se achicaba calimocho (vino con cola) en garrafas de a ocho. Y cervezas, muchas cervezas. También había ron, whisky, ginebra y vodka. Y copas de la organización a tres euros. Sin olvidar los licores exóticos, ni el sabor autóctono, que a falta de animadoras y hermandades con nombre de letra griega, la tradición universitaria local aportó a la fiesta los socorridos tragos de licor café.

Menos típico del abril vigués era el sol, que sembró de biquinis, sandalias y torsos desnudos un campus entregado a la bebida. Y a la música, mucha música, que cuatro conciertos y una sesión de DJ son muchas notas y aún más saltos al sol. Tantos como para vestir el campus de festival veraniego. Y para sembrarlo de caras de estupor y mareos etílicos, que la combinación de codo empinado y solazo justiciero es el caldo de cultivo perfecto para vomitonas y pérdidas del sentido.

De ahí el éxito de las sombras. Que el sol pega como si le fuera la existencia en ello, pues los chavales se abrazan al botellón tranquilo a la puerta del centro tecnológico del campus (el CACTI), más concurrido que nunca. Que el estruendo de los conciertos estresa los sentidos, pues nada más relajante que un cigarro de la risa en la entrada de la gerencia de la Universidad. Y que el vientre aprieta después de horas abrevando, pues la puerta del rectorado hace las veces de mingitorio, que no todo va a ser representación institucional en el edificio más emblemático del campus.

Vigilancia cero

A lo mejor por eso no había nadie para vigilarlo. Ni eso ni nada. Se ve que como en el San Teleco de noviembre solo hubo notables destrozos y una veintena de intoxicaciones etílicas, no hacía falta ni seguridad privada ni ambulancia para emergencias. Y como en internet apenas hay una veintena de vídeos colgados con carreras de conductores ebrios al final de las fiestas universitarias viguesas, pues la policía tampoco consideró preciso controlar un campus en el que ayer a eso de las seis competían y derrapaban dos pandillas, al volante de un destartalado Opel Corsa negro y un tuneado Clio blanco.

El resto era diversión, entendida fundamentalmente como exceso: mientras un chaval tocado con un llamativo parasol naranja gritaba al aire sus ansias de encontrar «un prostíbulo», otros chavales más comedidos y menos bebidos se entregaban al ligoteo tradicional y el intercambio de besos, nombres, bromas y «luego nos vemos». Porque la fiesta, después de llegar a su punto de efervescencia máxima una hora antes de que cayese el sol, continúo en los bares del centro: y ahí es donde el modelo americano se esfumó para dejar sitio a la juerga hasta altas horas de la madrugada que caracteriza el modelo gallego de exaltación universitaria.