Helena Amaral, finalista

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

28 ago 2007 . Actualizado a las 11:30 h.

A los premios claro, no a Don Felipe y Doña Letizia en carne y hueso. El jurado del apartado de Arte decidió que será Bob Dylan el que haga este año el paseíllo en el teatro Campoamor de Oviedo, pero había otros candidatos. Entre ellos, una pintora portuguesa bien ligada a Vigo por lazos sentimentales. Un buen día casi cuando empezaba su carrera, conoció aquí a Laxeiro, Antón Abreu, Pousa... y, desde entonces nos visita con frecuencia. Incluso tiene un ahijado vigués, Santiago Mariño. Sí, estoy hablando de Helena Amaral, esa mujer que lleva cuatro décadas cultivando flores en lienzos. Nadie ha visto una obra firmada por ella (ni creo que exista) en la que las flores no sean protagonistas.

A propósito de su última exposición en Vigo iniciamos una relación epistolar que agradezco, y que es lo que ahora me ha permitido conocer que su nombre no sólo fue propuesto a los Premios Príncipe de Asturias, sino que quedó finalista. Me cuenta que se siente orgullosa de ello (como para no estarlo) y que el simple hecho de figurar en la lista ya es un premio.

Aunque las propuestas se hacen a principios de año, Helena Amaral lo supo hace poco. Se lo contó su amigo Eduardo José Federico Francisco María de Constantinopla Gamir y Pavessio de Molina-Martell Vargas y Fernández de Córdoba, más conocido como Pitito.

No me resisto y levanto el teléfono para intentar hablar con él. Descubro a un hombre amable con un verbo extraordinariamente fácil. Me explica que sí, que él fue uno de los que pidió el Príncipe de Asturias para Helena «porque el mundo entero conoce y valora su pintura, que está en museos y salas de cuatro continentes y porque es un ser humano extraordinario».

Me cuenta que precisamente ayer habló de los Premios Príncipe de Asturias con Carmen Thyssen. La baronesa, que le llamó para felicitarle por su 86 cumpleaños, tiene en su colección particular obra firmada por Helena Amaral. Igual que la tienen, entre otros, la Reina Sofía, Jacques Chirac, Juan Antonio Samaranch... y el Ayuntamiento de Vigo.

No sé en qué estancia habrán colgado (si es que el lienzo no sigue embalado en algún cajón) las camelias que donó hace un año para suplir a otras que, Dios sabe en qué mudanza municipal, se habían perdido. «Vigo me ha dado tanto que yo también quiero que la ciudad tenga algo mío», dijo. Y lo tiene. No sé si colgado, pero lo tiene.

Que lo busquen si es que, en efecto, no está ya a la vista, no vaya a ser que el día en que sí premien a Helena, los vigueses no podamos presumir de ser los dueños y señores de un cuadro firmado por ella. Pues eso.

Un siglo ha visto pasar ante sus ojos Perfecta Fernández Blanco. Se cumplió el día 24. Con tal motivo, la residencia Bella Vista de Nigrán, que es dónde vive, organizó una fiesta a la que no faltaron sus hijos Mary Luz y José Ramón, ni sus nietos Susana, Enrique y Mari Luz.

Perfecta nació en Villalón de Campos (Valladolid), pero se considera viguesa, ya que su familia se trasladó a esta ciudad siendo ella una niña. Aquí se hizo modista ­-«de las buenas», dice-, y aquí montó luego una escuela de corte y confección para transmitir su saber y su experiencia. Lo dicho, el sábado las cien primeras primaveras. El año que viene más. Felicidades.

Lo reconoció nada más subir a la tarima y, sin embargo, a la vista de como lo hizo me da el cuerpo que Marcelo Tejedor va a ser reclamado más veces para tal cometido. Fue el domingo en Salvaterra. En un tono festivo, como correspondía, se explayó en las bondades del vino. Nadie mejor que un cocinero como él para saber de qué hablaba. Así, contó que ni es el perejil que adorna el plato ni la guinda del pastel, sino una de las esencias de la vida, de la cultura común... Junto con la comida «é un indicador fiable do grao de desenvolvemento intelectual e tecnolóxico cun pobo». Dicho queda. También quedó dicho que se sentía cercano a los bodegueros, «que nos proporcionan este pracer material». Amén.