El día que Bruce Springsteen lo dejó sin aliento en el Monte do Gozo

La Voz

SOCIEDAD

En el concierto, su respirador se quedó sin batería

23 ene 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Uno de los sueños de Fran era ir a ver a Bruce Springsteen y así se lo planteó a Dámaris: «Vámonos a ver al Boss». Y la mujer de Fran comenzó a preparar una excursión nada sencilla. Consiguió un sitio en un espacio reservado para discapacitados y el día del concierto se embarcaron en la furgoneta hacia el Monte do Gozo. Sin embargo, la llamada del Jefe fue poderosa, mucho más que la capacidad del organización del concierto. El espacio acotado para la gente como Fran se saturó de seguidores, en una medida similar a lo que ocurrió con el resto del aforo: «Fue increíble», recuerda Dámaris, que cuenta como tuvo que encajarse entre dos sillas para ver a Springsteen de perfil.

Lo peor vino cuando, por encima de las vibraciones de la banda de Bruce, Fran empezó a escuchar el pitido que anunciaba el fin de la batería de su respirador. Su esposa narra el episodio con angustia. No hace falta, resulta sencillo imaginar el cuadro, pero Fran nos interrumpe a su manera: Dámaris capta su mirada y el rostro de Fran empieza a comunicar: «Yo no me puse nervioso porque sabía lo que estaba pasando, lo que teníamos que hacer y sabía que tú lo sabías». Lo que había que hacer era usar un pulmón artificial, un artefacto de goma que se acciona manualmente, y enviar a alguien al coche a buscar la batería de repuesto. Y así lo hicieron. Todo salió bien. Fran se quedó a los bises y ahora sonríe mientras recuerda los guitarrazos de Springsteen.

El entorno

La anécdota lo dice todo de Fran y su familia, de la pasión con la que todos afrontan su vida, tan especial. Él no se cansa de repetir que todas esas decisiones que toma desde lugares del alma que casi nadie ha visitado no tendrían sentido sin las personas que lo rodean, su entorno: Dámaris, Claudia... «Si cuando conocimos el diagnóstico nos hubieran propuesto firmar por vivir juntos estos 15 años, lo hubiéramos hecho sin dudarlo. Donde nos hubieran dicho», admite su mujer. «Y ahora fíjate, Claudia se va. Otra ilusión cumplida, otro sueño. Y hay más, y habrá más...»

?Habrá hasta nietos.

«Y tú que lo veas», dice Fran, detrás de su sonrisa de oro, casi permanente, como si algo le hiciera cosquillas por dentro.No siempre la luce, claro. A veces se pone serio, como esta Nochevieja, en la que Claudia quería debutar, salir de noche. Y Fran tuvo que hacer de padre, igual que otros muchos: «Todavía no», le dijo.

A través de un chat me cuenta que él y su familia son evangélicos y que su fe les ha ayudado durante todos estos años: «Muchos reniegan o se preguntan ¿por qué a mí? Pero no fue mi caso. Yo solo me pregunté ¿para qué?». Escribe sobre sus creencias, sobre el futuro, cuando se vaya, cuando nos vayamos Con sus ojos, escribe: «En cierto modo no eres uno más. Tienes otro ritmo de vida, mucho tiempo para filosofar y, como te dije, vivir en la prórroga te tranquiliza».