Los desfibriladores de uso público «resucitan» a 57 gallegos cada año

J. C. Sandoval REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Cada minuto que pasa tras la parada cardíaca, el paciente pierde un 10% de posibilidades de sobrevivir

31 oct 2010 . Actualizado a las 10:41 h.

Una fibrilación ventricular es un episodio coronario que degenera en un ritmo cardíaco caótico y que culmina con la parada del corazón. A partir de ese instante, el paciente pierde un diez por ciento de posibilidades de sobrevivir cada minuto que pasa hasta que recibe el único tratamiento posible: la desfibrilación. Un golpe eléctrico que despolariza el corazón y, con suerte, restituye al cabo de un momento el ritmo cardíaco.

Desde principios del año 2001, Galicia se dotó con una red de desfibriladores móviles y fijos, capaces de acercar la corriente de la vida a los cientos de gallegos que cada año se desploman en cualquier lugar tras sufrir un accidente cardiovascular. Hasta la fecha, estos desfibriladores han atendido unas 4.000 paradas cardíacas. Alrededor de un 13% de estos pacientes recuperaron el pulso y llegaron a ser tratados en un hospital. La mayoría sobrevivieron gracias a que el desfibrilador llegó antes de los diez o quince minutos que acercaban al paciente a una muerte sin retorno.

Móviles y fijos

Actualmente en Galicia existen 201 aparatos preparados para su uso por parte de personal no sanitario. 101 están en las ambulancias del 061 y los otros cien en lugares fijos como aeropuertos, campos de fútbol, centros comerciales y empresas, que han ido incorporando paulatinamente este recurso.

«Yo vivo en una comunidad en la que somos 150 vecinos y no entiendo por qué no tenemos un desfibrilador», reflexiona el director del 061, José Antonio Iglesias. Él es uno de los principales impulsores del decreto pionero en España que empezó a sembrar los aparatos en las ambulancias gallegas y posteriormente en los lugares donde se producen grandes aglomeraciones. «Un aparato para su uso en una comunidad de vecinos como la mía no costaría más de 600 euros», asegura Iglesias. Claro que no todos tienen el mismo precio. El maletín que viaja en las ambulancias del 061 puede llegar a costar cinco mil euros. Pero seguirá funcionando aunque se caiga al agua o le pase por encima la rueda de la ambulancia. Los aparatos se autochequean diariamente aunque no se usen. Anualmente, son revisados más a fondo y no suelen generar ningún tipo de problema de mantenimiento.

Como los extintores

El director del 061 cree que la expansión de los desfibriladores será similar a la que la sociedad ha vivido con los extintores. «El tiempo es crucial y estos aparatos, que ya se encuentran en muchos lugares públicos, acabarán estando en hoteles, auditorios, centrales de bancos, puertos y este tipo de edificios. Cuantos más haya, mejor».

De las cuatro mil intervenciones que el 061 tiene registradas con este tipo de desfibriladores tras su implantación a partir del año 2001, la mayor parte se han producido con los que el servicio tiene en sus ambulancias y que han sido manejados por el conductor o el asistente. El uso de los que se encuentran fijos ha sido menos intenso, aunque también ha servido para resucitar a algún paciente a quien hubiera sido imposible evacuar a tiempo a un centro médico donde atenderle.