Muse transformó el monte en un gozo

Nacho Mirás SANTIAGO/LA VOZ.

SOCIEDAD

Unas 25.000 personas vibraron en el recinto compostelano con un macroconcierto que duró diez horas

28 ago 2010 . Actualizado a las 23:20 h.

La potentísima percusión de Muse suena a tambores de guerra. Eran las 22.36 cuando la banda de Matthew Bellamy apareció en el escenario del Monte do Gozo, en Santiago, con la intención de arrancarle los tojos al auditorio. DJ Poti y The Right Ons empezaron el trabajo pasando el paño; el islandés Jónsi puso el escenario a punto convocando a la noche; y, por fin, Muse hizo estallar por dentro y por fuera a 25.000 personas que sabían a lo que venían y descubrió vida donde el jueves solo había hierbajos.

Sonó New Born, una canción en la que se describen los sentimientos de las personas como a un hijo que está a punto de nacer, que es muy nuestro pero que, un día, hay que sacarlo del cuerpo. Potencia sonora adornada con bisutería láser en verde sobre un fondo de pantallas hexagonales. Y, a partir de ahí, salió el sol en una velada que estaba siendo desangelada en lo meteorológico; fría, húmeda. Hasta bien entrada la noche, en el festival Xacobeo 10 todo fue sobre ruedas. Parecía increíble que fuese el mismo auditorio en el que, el año pasado, estuvo a punto de mascarse la tragedia a causa de la desorganización bochornosa que emborronó nada menos que al jefe, a Bruce Springsteen; un capítulo para olvidar. La puntualidad que se aplicó al programa ya dejaba claro que la maquinaria del Festival Xacobeo 10 era de otra ingeniería.

Mucha gafa de pasta, mucho peinado despeinado, camisetas negras... Pero triste aliño indumentario, a fin de cuentas, con muchas horas de espejo. El propio conselleiro de Cultura, Roberto Varela, lucía barba canalla pendiente de segar. Y desde la zona del escenario contemplaba acompañado del gerente del Xacobeo, Nacho Santos, cómo 25.000 individuos se convertían en masa metidos dentro de una hormigonera musical. En el tendido se hacían aspavientos con las guitarras hinchables que regalaba Estrella Galicia a todo el que repostara. Porque no es artista el que no quiere; será por instrumentos.

Los estampados de las camisetas (Muse, Muse, Muse otra vez) dejaban claro que el público vino al Monte do Gozo a lo que vino, a ver a los de Matthew Bellamy. A dejarse mover hasta el último músculo por su rock new-metal, por la gravedad de una percusión remachada por una voz capaz de subir tonos como si Bellamy se hubiera tragado a una soprano de pequeño. No fueron pocos los casi cincuentones que acudieron fieles a la llamada de los chicos de la tienda de mascotas, los Pet Shop Boys, y que aprovecharon la posibilidad de poder asistir al mismo concierto que sus hijos, mucho más partidarios de los otros; el Xacobeo mirando por la paz familiar. Después de Muse todavía quedaba programa hasta las cuatro de la madrugada. Fue un Ultreia masivo y brutal.