«En Galicia tuve mi primer contacto con la naturaleza»

Ana Rodríguez REDACCIÓN.

SOCIEDAD

La presentadora de televisión, que se crió en Cádiz, pasó su primer verano gallego en una enorme casa en O Milladoiro

24 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Nació en Ferrol «un poco por casualidad», con seis meses se marchó a Cádiz y con diez años volvió a Galicia. Era verano, el mes de julio, y el destino fue una casa «descomunal» en O Milladoiro. Así que cuando se le pregunta a Beatriz Manjón por sus veranos de la infancia recuerda, inevitablemente, esa casa: «Milladoiro no tenía nada que ver con lo que es hoy, allí solo había caserones y no toda la construcción de ahora. Como éramos una familia numerosa, de seis hijos, mis padres buscaron una casa grande y, si no recuerdo mal, esta tenía seis dormitorios, tres cuartos de baño, dos salones... Y la finca, una burrada de metros cuadrados». Aún así, lo que más le gustaba a la periodista y presentadora de televisión era lo que había fuera: «Un montón de metros cuadrados y dos casitas que habían pertenecido al servicio y que yo utilizaba para mis juegos. Vamos, un auténtico lujo». Se emociona: «Y lo mejor, lo mejor de todo fue que podíamos tener animales de todo tipo, porque además había un estanque con patos. Para mí fue el primer contacto con la naturaleza, porque veníamos de Cádiz, de una casa justo enfrente de la playa de la Victoria, en un entorno de lo más urbano».

Ese primer verano en Galicia de la familia de Beatriz Manjón fue «sin playa» -algo que no les importó a ninguno porque llegaron a O Milladoiro «hartos de estar todo el día al sol»- y básicamente dentro de la finca, que había pertenecido antes «a unas monjas que tenían allí un parvulario». ¿Y a qué jugaba una gaditana que se encuentra de repente rodeada de naturaleza? «Me encantaba hacerme un hatillo con lo que me sobraba de la comida y marcharme a alguna esquina de la finca a comérmelo. Pasaba horas sola y jugaba a ser invisible. Y con mi hermano Santiago, al que le llevo un año y medio, intentaba jugar siempre a peluqueras y a cosas de niñas. Tenía que amenazarlo con contarle a mi madre sus travesuras para chantajearlo», recuerda la presentadora, que añade: «En aquella casa y durante aquel verano vi por primera vez una vaca, y una señora lavando en un lavadero, y escuché aterrorizada el grito de un cerdo». De este último descubrimiento guarda más recuerdos: «Sí, que fui corriendo a ver qué pasaba y le rogué a la dueña que no lo matara. Mi madre se reía mucho».