«El hambre es una infamia»

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta REDACCIÓN |

SOCIEDAD

José Luis Vivero, al frente de seis planes en Nicaragua y Guatemala, es uno de los impulsores de un ambicioso programa de acceso a la alimentación en América Latina

23 ago 2010 . Actualizado a las 21:42 h.

«La alimentación es un derecho, está garantizada por ley». Es la carta de presentación de José Luis Vivero. Ese derecho, cuenta, aparecía por primera vez en la Carta de Derechos del Hombre, en 1946, y 30 años después tomó cuerpo jurídico y vinculante. Supone estar libre de hambre y tener acceso a una alimentación adecuada con inocuidad y pertinencia cultural. Parece una obviedad, sí, pero en el mundo más de mil millones de personas no tienen qué llevarse a la boca.

«El hambre es una infamia», recalca José Luis desde Managua, su sede de operaciones para Centroamérica de Acción contra el Hambre. El nombre de esta oenegé le viene al pelo a este coruñés que, desde que finalizó sus estudios de Ingeniería Agrónoma ha hecho de la seguridad alimentaria una bandera casi personal. José Luis fue uno de los impulsores de la campaña América Latina y Caribe sin Hambre que ha implicado a varios Gobiernos de ese continente y en la que ha participado activamente el presidente brasileño Lula da Silva. «Es una meta posible, América Latina tiene la capacidad financiera, institucional, de recursos humanos y naturales para erradicar el hambre en una generación». El objetivo marcado es el 2025.

Desde el pasado otoño, José Luis está en Centroamérica, junto a su esposa, al frente de proyectos que tratan de frenar el hambre en una región que «produce un 40% más de los alimentos necesarios para alimentar bien a toda su población». «América Latina es un exportador de alimentos, y sin embargo hay un 12% de población, 53 millones de personas, que pasan hambre todos los días», cifra. Son los números de esa infamia. Con tres proyectos en Nicaragua, en el departamento de Madriz, y otros tantos en Guatemala, atienden a más de 60.000 personas actualmente. Los trabajos se centran en garantizar ese acceso a alimentos, en facilitar la llegada de agua y en prevenir emergencias.

Por el Corredor Seco

Uno de los grandes puntos de apoyo es la producción de granos, de semillas, «algo básico con las familias más pobres del área rural». Paralelamente se busca diversificar la producción y, por ejemplo, poder hacer artesanía, producir café para el mercado, agroturismo... El mejor ejemplo de esas intervenciones está en el llamado Corredor Seco de Centroamérica, un entorno que comparten Nicaragua, Honduras y Guatemala, «donde viven más de un millón de pequeños productores pobres» que se enfrentan cada año al hambre estacional. «Sobre poblaciones de altísima desnutrición crónica, más de un 60%, hay picos de desnutrición aguda estacionales, entre mayo y agosto, cuando se acaban las reservas del año anterior, se termina el trabajo temporal en la cosecha de caña y café y no ha salido aún la nueva», explica. El cambio climático lo está acelerando. A quien más afecta ese período es a la población infantil. Hay un repunte anual de su desnutrición «que se lleva por delante la vida de muchos niños».

El objetivo final es solventar casos como este: «Visitamos a una familia formada por una madre y sus cuatro hijas, que vivían hace 12 años en una choza de ramas y hojas, sin ningún mueble, objeto doméstico, cama o similar. Vivían como animales, sin medios ni tierras para cultivar. Vamos a construirles una casa decente, de adobe, con ayuda de la comunidad. No es un lujo, pero podrán tener una cama».