Un día en la vida de un zurdo

Jorge Manzanares Arias REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Lejos de suponer una desventaja, la lateralidad izquierda es, para quienes la poseen, una cualidad que les hace más adaptables, tenaces y con mayor afán de superación

26 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Durante siglos, que un hijo naciese con lateralidad izquierda, es decir, «que te saliese zurdo», era motivo para creer que estaba endemoniado o, más recientemente, que tenía un problema de motricidad, autismo o «retraso mental».

Por suerte, esos tiempos han sido superados, y los zurdos pueden hoy estar tranquilos, ya que nadie intentará quemarlos en la hoguera o esconderlos en un cortello.

Aun así, es imposible negar que el mundo actual sigue diseñado para los diestros, lógicamente, por ser una abrumadora mayoría y, aunque cada vez existe mayor sensibilización hacia este colectivo, los zurdos siguen teniendo que aguzar el ingenio y sus habilidades motrices mucho más que los diestros, cosa que, para algunos, es algo negativo o discriminatorio y para otros motivo de orgullo y superación.

Y que mejor manera de hacerse a la idea de cómo es la vida de un zurdo que seguir a uno en sus quehaceres cotidianos. David Barreiros Luces es natural de Muros, aunque actualmente reside en A Coruña. Es licenciado en Farmacia y trabaja en un establecimiento del sector en una céntrica calle de la capital herculina. «Para mí nunca significó una desventaja ser zurdo, al contrario, la gente diestra solo usa la mano buena porque lo tiene todo diseñado para ello, eso te vicia y convierte a tu mano mala en un adorno que solo sirve para apoyar», afirma David. «Yo en cambio me he visto obligado desde niño a saber manejar mi mano mala más o menos bien, para cambiar de marcha o usar el ratón del ordenador por ejemplo, y son cosas que las hago perfectamente, es más, no se me daría bien hacerlas con la zurda, que es mi mano buena», continúa.

Sin embargo, sí hay cosas que para David se complican, cosas tan cotidianas como abrir una lata de atún. «Es imposible, con los abridores que hay ahora de tuerca aún vale, pero con los antiguos soy incapaz de abrir una lata, tengo que pedir que me lo haga otra persona». «También cuando trabajo hay cosas que fastidian, por ejemplo el ordenador de la farmacia, que es táctil pero tiene un pequeño panel de teclado en el lado derecho y, cada vez que tecleo los números, tengo que cruzar el brazo por delante de la pantalla, y eso es muy incómodo». David recuerda anécdotas de cuando iba a clase en el instituto: «Desde pequeño y hasta la facultad, siempre me he manchado la mano de tinta, porque vas pasando el puño por encima de lo que acabas de escribir, también las anillas del cuaderno te molestan para apoyar, eso si podían cambiarlo y ponerlas del otro lado», sugiere. «Sin embargo nunca tuve problemas escolares, al contrario», afirma David.

Algunas anécdotas recuerdan que, incluso para temas tan concretos como jugar al futbolín, ser zurdo puede ser un verdadero viacrucis. «Yo cojo la delantera con la derecha, que es la mala, y no tengo fuerza para tirar bien, chuto siempre con el centro del campo. Y es imposible mover el portero, al cogerlo con la mano buena tienes más fuerza y lo mueves tan rápido que te pasas de largo», admite entre risas. «De todas formas sigo pensando que ser zurdo te permite desarrollar mejor tus habilidades, porque eres más completo que el resto y te acostumbras a ser más adaptable. El problema es cuando te fuerzan a ser diestro, ahí pueden crearte complicaciones», concluye.