Retrato tecnológico de las nuevas familias gallegas

Jorge Casanova
Jorge Casanova REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Superconectados y urbanos, abandonan la tele por Internet en cualquier formato

05 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Fueron los primeros de su clase en tener un Spectrum; se compraron un móvil cuando pesaban más de un kilo y ya se conectaban a Internet cuando usted ni siquiera sospechaba que existía. Hoy viven en un mundo wifi, educan a sus hijos en la tecnología, leen libros en tabletas, han dejado de ver la tele convencional y se han incorporado con entusiasmo a las redes sociales. Son la avanzadilla tecnológica de las familias gallegas.

La acelerada transformación urbana que sufre Galicia alimenta el crecimiento de este nuevo perfil de familias cortas y muy conectadas. De hecho, ese carácter urbano es casi indispensable para disponer de un servicio de banda ancha que permita una conexión permanente por la que se vehiculiza buena parte de su vida: desde las relaciones laborales a las más personales; desde hacer la compra diaria a entregar la declaración de la renta o simplemente compartir con unos amigos la sensación que produce un día de sol en medio de una semana de lluvia. El coste por familia de esa superconexión ronda los doscientos euros mensuales. Cien por un buen servicio de Internet y televisión y otros tantos en la factura de un par de móviles.

¿Expansión o contracción?

Y eso que, cuanto mejor es la conexión y mayor es el perfil tecnológico de la familia, el consumo de televisión es menor. Estas familias se han sacudido el yugo del programador y ven lo que quieren, cuando quieren y en el idioma y el formato que prefieren. Ya no se bajan música, porque está toda colgada y sus dispositivos les permiten acceder a ella de forma instantánea. Y casi todo lo que pueden comprar por la Red no lo buscan en la calle.

¿Influye esa intensa relación con Internet en un cierto abandono de sus relaciones humanas? La mayoría opinan que no, que la conexión favorece la expansión de esas relaciones. Y muestran a sus pequeños (con correo electrónico y un sorprendente dominio del teclado) charlando con la abuela a través del Skype o explican cómo Internet los ha puesto en contacto con gente que nunca hubieran conocido fuera de la Red.

Lo cierto es que la tecnología, la Red, les consume tiempo que le quitan a la calle. ¿Se ha convertido eso en un problema? Gerardo Flórez, responsable de la unidad de conductas adictivas del Hospital de Ourense, se encoge de hombros: «Se dice que la adicción a Internet afecta a una parte de la población por debajo del 1%, pero lo cierto es que, si el problema existe, no aparece en la consulta». Ni en la suya, por donde pasan pacientes con problemas como las compras compulsivas, ni en la de la mayoría de los especialistas gallegos.

Sin alarmas

Al menos en la edad adulta. Otra cosa son los adolescentes, impregnados de forma absoluta por la cultura tecnológica y con mayores problemas de control. Con todo, tampoco es un problema alarmante: «Puede que nos llegue algún caso de padres preocupados, pero en realidad son problemas que se reconducen fácilmente. No se puede utilizar el término enganchado», dice Carmen Fernández, psiquiatra del Hospital de Santiago. En cualquier caso, el típico síntoma de alarma entre los adolescentes, una factura disparada del teléfono, está también en franco retroceso. La posibilidad de contratar una tarifa plana de Internet para el móvil a un precio razonable está sustituyendo al SMS por los mensajes en Twitter o en Facebook , con un coste idéntico se manden los que se manden.

El psicoanalista del Hospital A Coruña, Manuel Blanco, ratifica que el avance de la cultura tecnológica es ya imparable: «Porque es una tendencia acéfala. Todo lo que se pueda hacer, se acabará haciendo». Este especialista apunta hacia la paradoja de que, pese a que la ultraconexión esté provocando que haya cada vez más vínculos en los que la presencia real es innecesaria, existe lo que el psicólogo califica como «una necesidad de dar a ver. Existe una tiranía de la transparencia que incluso se sufre, porque cierto velo es necesario».