En vez de reducirse, el número de personas que la sufren aumenta cada año, ?pero la cumbre de Roma no estuvo en la agenda de los principales líderes mundiales
22 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Esta semana se celebró en Roma la reunión anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y la apreciación general es que se trató de un encuentro deslucido por la ausencia de grandes líderes mundiales y la falta de compromisos prácticos.
Ni siquiera su director general, Jacques Diouf, que comenzó la cumbre con una huelga de hambre de 24 horas, pudo reprimir ese sentimiento de fracaso: «Claro que son lamentables las ausencias de los jefes de Estado o Gobierno del G-8, pero asistió el papa Benedicto XVI, 60 dignatarios, 191 ministros y más de tres mil delegados, y se dio el ambiente para las discusiones», comentó para suavizar la ausencia de Obama, Sarkozy o Merkel, que estaban más preocupados por la crisis económica, Asia, la preparación de la cumbre contra el cambio climático (que antes de empezar ya se sabe que será inútil) o el liderazgo de la UE.
Esta falta de peso político contra el hambre se traduce en falta de dinero y «todo vólvese etéreo», según Xosé María Torres, coordinador de las oenegés gallegas. Torres destaca la aportación de España, que «nos últimos tres anos é o contribuínte internacional que máis ten aumentado a súa achega, pasando de 2.200 millóns no 2004 a 4.700 no 2008, e iso nótase».
De hecho, la labor de España fue de lo poco destacado como positivo en esta cumbre por el propio Jacques Diouf: «Es posible eliminar la malnutrición, como dieron el ejemplo América Latina y el Caribe, con España y Portugal. Los tomé de referencia y en el curso de los últimos 12 meses negociamos el asunto». Otro aspecto positivo fue que «31 países redujeron su número de hambrientos» y que en la cumbre se aceptó el compromiso de invertir más en agricultura: «Al menos hemos identificado mejor los objetivos, las necesidades que pasan por una inversión anual en la agricultura de 32.000 millones de euros», recalcó Diouf.
Mil millones de personas
Al margen de la política, la cumbre puso sobre la mesa la cifra de hambrientos en el mundo: 1.027 millones de personas, en su gran mayoría niños. Carlos Ugarte, miembro de Médicos Sin Fronteras, explicó qué supone esto: «Un niño en la primera infancia, desde que deja la lactancia hasta los 24 o 36 meses, necesita una dieta rica en nutrientes de origen animal porque si no se enfrenta a la muerte o a unas secuelas terribles si sobrevive. Por ejemplo, en esta época se forma el 80% del cerebro. Esta situación de los niños resulta moralmente inaceptable, pero es que además es causa de perpetuación de la pobreza en el mundo porque cuando sean ellos los que tengan que sacar a su país adelante no tendrán capacidad para hacerlo». Por eso, apuntó como ejemplo, «cuando una crisis alimentaria es atendida no hacemos nada a largo plazo, porque se le da la misma ración a un adulto que a un bebé».