En Estados Unidos empiezan a aparecer campamentos de ex delincuentes sexuales, un fenómeno provocado por el exceso de legislación y la paranoia social
13 oct 2009 . Actualizado a las 12:17 h.Philip Garrido, el hombre que durante 18 años mantuvo retenida a una niña en la parte trasera de su casa, no era el único violador de su barrio. A solo un par de calles de donde Jaycee Dugard sufrió abusos constantes residían otros dos ex pederastas fichados. En todo el área postal de Garrido, vivían al menos cien ex delincuentes sexuales más. El dato no es casual. En EE.?UU. este tipo de «campamentos de violadores» son cada vez más frecuentes debido en gran parte a una legislación que impide a cualquiera que haya cometido un delito sexual vivir a menos de mil pies (500 metros) de un lugar donde haya menores, algo virtualmente imposible.
El caso más evidente de este problema se da en el área de Miami, donde un centenar de violadores acampan desde hace años debajo del puente de Julia Tuttle a causa de la ley estatal que les impide residir a menos de 2.500 pies de un niño.
«Al principio crees que si tienes un trabajo y ganas de reintegrarte a la vida normal es posible. Luego te das cuenta de que no importa lo que hagas porque ninguna casa va a cumplir con los requisitos exigidos», afirma Patrick Waise, cuya historia era recogida hace unas semanas en The New York Times.
Como Waise, muchas otras personas han acusado a la ciudad de interferir en sus derechos básicos con una ley que resulta además contraproducente, ya que lo que hace es generar lugares potencialmente peligrosos en vez de dispersar a los ex convictos. En el caso de Miami, la legislación era llevada hace unas semanas a los tribunales por la Unión de Libertades Civiles, que denunció que la ley no solo suponía una intromisión en la legislación nacional, sino también un ataque contra los derechos constitucionales.
«No me importa si esta gente tiene sus derechos constitucionales o no, si con eso hemos conseguido salvar aunque solo sea a un niño», argumentaba el concejal Jose Díez, uno de los responsables de la medida.
Su visión es compartida por la gran mayoría de los estadounidense, cuyo código civil obliga a cualquiera que haya cometido un delito sexual a tener que inscribirse en un registro nacional cuyos datos están disponibles en Internet. Entre la información que se hace pública se cuentan tanto el nombre como la dirección y el delito cometido por la persona, así como una foto de esta por si uno llegase a encontrársela por la calle. Por si fuera poco, la emergencia de nuevas tecnologías ha contribuido a aumentar la paranoia de una población que cuenta incluso con una aplicación para el iPhone que permite localizar a antiguos violadores por un sistema de GPS. Según la página web de Apple, esta aplicación es un éxito de ventas.
Caso Dugard
Sin embargo, este exceso de celo contrasta con casos como el de la joven Dugard, cuya historia conseguía conmocionar a la opinión pública de un país que dos semanas después sigue haciéndose las mismas preguntas: ¿cómo es posible que nadie se diera cuenta de nada? ¿Tuvieron los Garrido suerte o simplemente falló el sistema? ¿Habría sido posible un caso como el de Garrido en un barrio donde el índice de violadores no fuera tan alto? De momento lo único que parece claro es que, desde que fue secuestrada con apenas 11 años, Jaycee estuvo retenida en una especie de cobertizo que estaba situado en la parte de atrás de una casa. Allí fue violada, dio a luz a dos niños e incluso entabló conversaciones con varios vecinos, quienes a toro pasado han reconocido que alguna vez pensaron en denunciar la situación. «Me pareció raro que estos niños estuvieran todo el día en su jardín, que no fueran al colegio y que no hicieran vida ninguna», relató una vecina
Según los expertos, es precisamente esta falta de acción ciudadana la que actúa como cómplice de unos violadores que, a pesar de las leyes y la tecnología, siguen contando con un arma difícil de combatir en el país de las libertades: la indiferencia de una población demasiado ocupada para prestar atención.