La vida de una marroquí no mereció el visado de Francia

David Alvarado

SOCIEDAD

La sexagenaria murió, víctima de un cáncer que solo puede tratarse en Europa, esperando el permiso del consulado

28 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Víctima de un cáncer de huesos, Aicha Mokhtari, una marroquí de 62 años de edad originaria de Oujda, localidad al oeste del país, fronteriza Argelia, falleció el pasado 15 de agosto ante la indiferencia de las autoridades de Marruecos y Francia. Pasó sus últimos años de vida inmersa en una doble batalla, contra su propia enfermedad, diagnosticada en marzo del 2007, y contra los servicios consultares franceses de Fez, que una y otra vez rechazaron su demanda de visado para poder tratarse en París. Contaba con el visto bueno del instituto de oncología Gustave Roussy para su hospitalización. Y los eventuales gastos habían sido sufragados por anticipado por uno de sus hermanos, residente en Francia.

No le concedieron el visado porque su nombre y apellido coincidían con los de una ciudadana argelina que en su momento tuvo problemas con el consulado francés de Orán. Pero las autoridades francesas no han querido reconocer el error.

Ante la indiferencia de las autoridades, la familia Mokhtari llegó a presentar una demanda ante los tribunales. Tras 16 meses de lucha, el visado nunca llegó y Aicha no pudo esperar más. Tras una lenta agonía, víctima de su enfermedad, finalmente perdió su otra gran batalla, la del cáncer, un osteosarcoma de fémur que actualmente solo puede ser tratado en Europa y Estados Unidos.

París no dio ningún tipo de respuesta a las demandas de Aicha y su familia. Ni los artículos de denuncia publicados en Marruecos ni la ola de solidaridad y múltiples iniciativas civiles en pro de la obtención del tan necesario visado hicieron torcer el brazo a las autoridades francesas.

La familia Mokhtari no dudó en llamar a todas las puertas posibles, interpelando, entre otros, a Fadela Amara, Bernard Kouchner o Brice Hortefeux, algunas de las caras más visibles y mediáticas del Gobierno francés.

El colofón fue la respuesta dada el 17 de junio del 2008 por el propio Nicolás Sarkozy, quien lamentó responder negativamente a la demanda. «La Presidencia no puede sustituir la decisión de las autoridades consulares, que ya se han pronunciado», se excusaba la misiva del presidente de la República.

En Marruecos no se obvia la responsabilidad de sus propios gobernantes. «Aicha no significaba nada para ellos», escribieron algunos de los principales editorialistas del país. «Esta mujer procedía de un medio modesto, por lo cual no era nada ante los ojos de nuestras autoridades. Ni miembro de la familia real, ni próxima a esta, ni cortesana, ni potentada económica, ni opositora susceptible de ser recuperada por el Makhzen [el régimen tradicional marroquí], Aicha ha dejado indiferente a este nuestro poder, tan raudo ante otras circunstancias en la que les gusta jugar a los grandes señores. Es inútil recordar que si estos hubieran actuado, los pequeños diplomáticos franceses habrían acordado enseguida su tan indispensable visado», escribió el periodista Khalid Jamai en una carta abierta dirigida al embajador de Francia en Marruecos que, bajo el título «La ignominia», fue publicada por el rotativo Al Jarida Al Oula. «El error fue flagrante y este vino también de la arrogancia, el desprecio y la suficiencia de las autoridades francesas a los indígenas», concluye Jamai.

La familia de Aicha y las gentes que la apoyaron se preguntan si Francia realmente creía que, en su estado, la mujer constituía un peligro para la seguridad del país o que acaso buscaba un visado para instalarse definitivamente en territorio francés. Nadie encuentra justificación a la negativa en el caso de una mujer cuya única esperanza de permanecer con vida dependía de su hospitalización en el instituto de oncología Gustave Roussy. Ya se han levantado voces en Marruecos y en Francia para reclamar justicia ante la no asistencia a una persona cuya vida corría peligro.

En Internet, desde Facebook hasta Twitter, arrecian las condenas sobre el gobierno de Sarkozy y su política. Y se arremete contra las autoridades marroquíes. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos ha iniciado una campaña de movilización. «Tenga la conciencia tranquila, señor embajador, no se trata más que de una tal Aicha Mokhtari, una mujer que para nuestros gobernantes solo era una bouzabelle [que busca en la basura]», dice Khalid Jamai en «La ignominia».