Un desinteresado hombro en Nigeria

SOCIEDAD

Lectora de español, Mónica Domínguez colabora con organizaciones de mujeres y niños. Vivir en África, «lejos del estrés de Europa», era una de sus prioridades

10 ago 2009 . Actualizado a las 15:41 h.

«África es algo que nadie te puede contar, lo tienes que vivir, aun en los peores momentos se aprende mucho». Mónica Domínguez lleva once años vinculada al voluntariado y a la cooperación, desde que, adolescente, leyó un día que se necesitaban voluntarios no muy lejos de su casa en O Grove.

Acabada la carrera, a Mónica le surgió la oportunidad de dar clases de Lengua en un instituto de Barcelona. Estuvo un curso «mientras esperaba la oportunidad de ir a vivir a África». En el 2002 le llegó, en Angola, junto a un grupo de niños de la calle. Luego fueron cursos de inglés, un proyecto para un centro de formación profesional, seguimiento de apadrinamiento de niños... Abandonó su vida en Europa por muchos motivos. «Es una manera de devolver a Dios algo que él me ha dado, también como grito de protesta por las injusticias del mundo, y porque yo soy especialmente sensible al problema del hambre».

A Nigeria llegó en septiembre del 2008 y tiene tarea de sobra por delante: un 70% de la población vive con menos de un dólar al día; y un tercio de los chavales tienen un peso inferior al recomendado para su edad. «Para mí, su principal problema es la corrupción, los sistemas educativo y sanitario son muy deficientes y la diversidad étnica y religiosa es a veces una excusa para los conflictos, como el que estamos viviendo actualmente». Hace referencia Mónica a las las noticias sobre las matanzas en algunas zonas de un país rico en petróleo, pero con millones de pobres. «Siempre que esté en África mi madre estará preocupada, pero, ¿sabes? El día en el que salía Nigeria en las noticias por los conflictos religiosos, también se pudo ver España por un atentado de ETA».

Con todo, admite que Abuja, la capital en cuya Universidad imparte da clases de español, es un cierto oasis: «Siempre hay agua en casa y cuando falta luz puedo encender el generador, hay fiestas todos los fines de semana y la ciudad es muy cómoda». La Nigeria real está fuera, en zonas marginales fuera de la ciudad, y la va conociendo la organización Women of Vision, para la que colabora. Ahí aparece el país «de las personas humildes y muy agradecidas que se afanan por ganarse el pan cada día». Con esa organización local participa en cursos de formación para mujeres: lectura, escritura, cocina, cría de animales, costura... También facilitan líneas de microcréditos para montar un negocio. «Todo ello permite que tenga su autoestima más alta y tendrá a su familia mejor atendida», explica.

En un orfanato

La segunda actividad también es voluntaria, con niños de un orfanato (algo que ya hizo en la India). «Suelo llevar algún juego o material escolar para entretenerlos durante un par de horas y que desarrollen sus sentidos, sus habilidades y sus conocimientos. ¡Y casi todos saben ya los números en español!». «Lo más importante -agrega- es ver que alguien les quiere y les visita con frecuencia». También participa en un proyecto para construir una escuela de secundaria al este del país.

Sin embargo, hasta llegar a ocupar esas tareas pasó tiempo. No era fácil encontrar oenegés. Y había más: «El principal problema es que soy blanca, y probablemente algunas organizaciones no quieren que alguien así se inmiscuya en su asociación. Otras, en cambio me quieren por eso, porque para ellos garantiza buenas prácticas».