Memoria viva de la epidemia de 1918

SOCIEDAD

Muchos gallegos recuerdan estos días las historias que contaban en sus casas ?sobre la peor crisis sanitaria del siglo. Otros la vivieron y aún lo pueden contar

10 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando Manuela Carballo tenía 16 años, en su pueblo, una aldea de Xermade (Lugo), murieron tres personas por la gripe española, que aquí se llamaba europea porque venía de los campos de batalla de la Gran Guerra. Ella, la Manuela que a sus 107 años cuenta con claridad la historia, también padeció la gripe: «Eu a tiven tamén -recuerda con lucidez-, pero non foi moi seria. Tiña moito dor de cabeza e de ósos». A su casa llegó incluso el médico, pero poco le pudo recetar: «Cociamos herbas, eucalipto e romeu, e así curei».

Esos días, a sesenta kilómetros de ahí, en A Coruña, una mujer de 40 años, Adela Bourgeal, atendía a su madre moribunda y sentía violentos vómitos matutinos a los que ella ni siquiera buscaba explicación. Fue un amigo suyo, Eduardo Berdiñas, médico, el que le dijo que lo que tenía era la temida gripe. El remedio, el mismo que el recetado para Manuela de Xermade: «Llenaron toda la casa con ollas de agua caliente con eucalipto, y Eduardo le decía que se pusiese entre corrientes». La historia la recuerda la nieta de Adela, Rosa, quien había oído en su casa cómo ese mismo Berdiñas «estaba destrozado porque había visto morir a una familia entera de cinco miembros en unos pocos días».

Los cuerpos, amontonados

En A Coruña, en los peores momentos de la gripe (otoño del 18), llegó a haber hasta 30 entierros en un día. También morían muchos en Vimianzo. Manuel Lema Vidal todavía no había nacido, pero en su familia recordaban cómo se llegaban a producir cuatro entierros en una sola jornada. Los muertos, en todas partes, se amontonaban en carros, se llevaban aprisa al cementerio, se enterraban seguramente en fosas comunes y ni siquiera un sacerdote los acompañaba. Habitualmente los curas estaban atendiendo a la familia del difunto, que luchaba por su supervivencia.

Eso bien lo recuerda Josefa Vázquez, de Carballo, en cuya familia hubo varias muertes que convirtieron la gripe del 18 en un tabú: «Na casa non se falaba daquilo, porque miña nai comezaba a chorar, sei que lle morrera un dos pais ou algúns irmáns».

La gripe se cebó con muchas familias. Marisa Rodríguez recuerda que en casa de su suegra, Carmen Suárez Patiño, en el municipio de Oza (hoy anexionado a A Coruña), la gripe mató a su padre y a los pocos días a un hermano y después a otra. En un par de semanas, tres muertes que se recordaron generación tras generación.

Jóvenes y viejos, todos estaban en peligro, aunque había profesiones más proclives al contagio. Una era de la de los carteros -las cartas se entregaban en mano- que tuvieron que ser sustituidos por el Ejército. Otra profesión peligrosa, la de los herreros. Eso al menos es lo que recuerda Pilar López Melle, que tenía nueve años cuando ocurrió todo aquello: «Morrera moita xente. Moitos ferreiros, iso tiña oido eu, en Sarria». Tantos morían que ya ni tañían las campanas: «Deixaron de tocalas con cada enterro, para que a xente non se deprimise». Su hermana, la de la centenaria Pilar, también pilló el virus: «A miña irmá enfermou, foi coidar a un parente dun ferreiro e veu coa gripe». Por suerte, la mujer se recuperó y murió muchos años después, cumplidos ya los cien.

No había un rincón de Galicia que se salvase del desastre. En las inmediaciones de Pontedeume, la epidemia arrasó varias casas. Lo recordaban en la familia de Antonio Rodríguez Regueira, octogenario de San Xoán de Vilanova (Miño), en cuyo entorno, por suerte, no hubo que lamentar bajas.

Pero como no hay mal que cien años dure, la gripe del 18 pasó, y con el año nuevo los casos comenzaron a espaciarse. En A Coruña se atribuye a un milagro por haber sacado a la Virgen de los Dolores de procesión, imagen que desde entonces es más venerada en la ciudad que la propia patrona (la Virgen del Rosario). Pero otros, como José, de A Rúa, creen que la gripe simplemente cayó en el olvido cuando «chegou a Guerra Civil, que foi moito peor».