El arzobispo cismático y su espinoso legado

R. L.

SOCIEDAD

29 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El arzobispo tradicionalista Marcel-François Lefebvre (1905-1991), promotor del cisma vinculado para siempre a su nombre y fundador del movimiento al que Benedicto XVI ha permitido ahora volver al seno de la Iglesia (accediendo así a levantarles la pena de excomunión; tal y como sus prelados habían pedido, por cierto), estudió filosofía y teología en la Universidad Gregoriana de Roma y, tras ser ordenado sacerdote, marchó a África como misionero. Allí desarrolló una intensa labor pastoral, que llevó al papa Pío XII a nombrarlo obispo de Dakar en el año 1948, y a elevar posteriormente su rango al de arzobispo, además de nombrarlo legado apostólico -su embajador, por tanto- para toda el África francófona.

En 1962 la Santa Sede lo devolvió a Francia, situándolo al frente de la diócesis de Tulle, y el propio Juan XXIII lo convocó para que formase parte de la Comisión Preparatoria del Concilio Vaticano. Pero Lefebvre ya caminaba hacia posiciones ultraconservadoras, que hizo públicas durante el propio concilio. A finales de los años sesenta sus posturas ya estaban muy alejadas de las de la mayoría de los integrantes del episcopado francés. Y en el año 1976 fue objeto de una «monición canónica» en la que se le instaba a no proceder a la ordenación sacerdotal de los jóvenes formados en el seminario creado por él en Écone, en el cantón suizo de Vales. Desoyendo el requerimiento de la Santa Sede, procedió a la ordenación de sus seguidores, decisión que le conllevó una suspensión a divinis . Fue aquel mismo año cuando, durante una celebración en Lille, declaró que «no se puede dialogar con los masones o con los comunistas», porque «no se dialoga con el diablo».

En el año 1986, tras una serie de reuniones con los representantes de la Santa Sede en las que no se alcanzó acuerdo alguno -y a pesar del esfuerzo personal del entonces cardenal Ratzinger, que le sugirió pedir perdón al papa Juan Pablo II para tratar de evitar la ruptura en el seno de la Iglesia católica-, Lefebvre, deseoso de dejar tras de sí un sucesor, ordenó cuatro obispos: el suizo Fellay, hoy superior del movimiento fundado por él; el español Alfonso de Galarreta; el francés Bernard Tissier de Mallerais y el británico Richard Williamson, que poniendo en duda la veracidad del holocausto ha desatado un nuevo conflicto, que al Papa le duele especialmente. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha pedido que el Gran Rabinato de Jerusalén no interrumpa el diálogo con el Vaticano.