El trabajo de convertirse en familia

SOCIEDAD

El 20% de los adoptantes sufren problemas con sus nuevos hijos y un 8% acaban rechazándolos. Los padres se crean expectativas irreales sobre los niños y estos liberan sus miedos en el nuevo hogar

28 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La adopción comienza el día en que el niño llega a casa. Esa es la máxima que repiten los expertos en la creación de hogares para niños que no los tienen. La espera, las incertidumbres, las dudas se convierten en una realidad que hay que solventar día a día y para la que hay que estar preparado.

Según Ana Berástegui, psicóloga del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia de Comillas, el 20% de las familias que adoptan en el extranjero tienen serios problemas que resolver para convertirse en un grupo compacto. Cerca de un 2% acaban rechazando al niño, que lo recoge la Administración; sobre un 4% forman lo que denomina «adopciones no constituidas», es decir, viven en la misma casa pero no se sienten familia; y nada menos que un 15% no cuestionan el vínculo que los une, pero viven en continua dificultad. El paso del tiempo y la ayuda de los especialistas permiten superar estas crisis en mayor o menor medida.

Mario Bedera -senador que ha impulsado la creación de una comisión de estudio que analice cómo es la adopción y el acogimiento en España- es mucho más tajante respecto a las cifras: «Estoy seguro de que entre el 5 y 7% de las adopciones, y en algunos lugares hasta el 8 o el 10%, son fallidas. Es decir, los padres adoptivos devuelven a sus hijos, no los quieren. Es un segundo abandono, espantoso, para los menores». La cifra del 8% de rechazos la corrobora Mayte Celeiro, coordinadora del área de protección de los menores de la asociación Arela, entidad gallega encargada de programas de apoyo a los niños españoles, tanto en acogimiento como en pisos tutelados o adopciones.

Muchos factores en juego

El porqué de estas renuncias es algo complejo, y a veces fruto de varios factores, tal y como explica Mayte Celeiro: «Es posible que la pareja tenga unas expectativas diferentes del niño, aunque nosotros nos esforzamos por darles todos los datos, pero la realidad se les presenta diferente. Además, hay una serie de conflictos habituales de adaptación y relación que, si no se manejan bien, pueden complicarse». Y, finalmente, ocurre muchas veces que «la pareja carece de formación, porque recibió cursos, pero a lo mejor hace cinco o seis años, cuando iniciaron el proceso de adopción».

Si la decisión de devolver a los niños es dura para los padres, resulta demoledora para los niños: «Nosotros hemos estado preparando al niño, de ocho o diez años, para encontrar unos papás nuevos. Le hemos dicho que hay una pareja que sí lo quiere a él, que no lo van a abandonar de nuevo, que va a tener por fin una familia... y después es rechazado ¡por segunda vez!». Los niños tienden a fantasear que ellos tienen algo de culpa en el rechazo de sus padres biológicos, cuánto más en los adoptivos. Lo más triste es que «el niño quiere a esa familia, lo está deseando», pero el conflicto llega porque tal vez no sabe comportarse como esperan sus padres adoptivos o no puede manejar sus sentimientos, que en muchos casos afloran por primera vez en su vida cuando se ve en un entorno normal.