El genio que va a dos palabras por minuto

E.?Á.

CIENCIA

Las limitaciones físicas no han podido con el afán de superación del científico

25 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Dicen los que le conocen que huye de los periodistas, pero le encanta pasear entre la gente y ser reconocido. Solo así se explica que aguantase estoicamente la visita al casco histórico de Santiago, en medio de un revuelo de turistas y vecinos, de flashes y de exclamaciones de admiración y sorpresa.

También dice Judit Croasdell, su asistenta personal (con apariencia de típica gobernanta inglesa, pero sonrisa y carácter más amable) que es un amante de la ópera, especialmente de Wagner, Bizet y Don Giovanni, de Mozart. Diseña su propia rutina y marca sus tiempos, y aunque Judit reconoce que hay que tener paciencia debido a las limitaciones del científico, cuando se pone a trabajar «es enérgico y demanda mucho».

Stephen Hawking, de 66 años, llegó a Santiago acompañado por su equipo de colaboradores y su hija Lucy. Mañana llegará otro de sus hijos para acompañarle en la entrega del Premio Fonseca 2008, que recogerá el sábado. Durante esta semana, realizó un pequeño tramo del Camino de Santiago, visitó la catedral, contempló el botafumeiro, se reunió con investigadores (ayer), presentará dos libros y asistirá a la entrega del galardón. En muchos de estos actos, el físico nacido en Oxford hizo declaraciones a través del ordenador con el que se comunica.

Para entender el esfuerzo que esto supone a Hawking basta con conocer cómo funciona su sistema de comunicación. En un minuto solo puede escribir una o dos palabras. En la rueda de prensa con los medios respondió a doce preguntas, y contestó por escrito a otras once. Según su asistenta, esto le llevó un día entero.

Hace años, cuando todavía tenía movilidad en las manos, era capaz de escribir 45 palabras por minuto, pero la esclerosis lateral amiotrófica que padece desde los 21 años no perdona, ni siquiera a los genios. De algo sí le ha valido su capacidad intelectual, y es para seguir comunicándose en sus difíciles circunstancias cuando otros estarían confinados al silencio.

Lo hace gracias a un sistema diseñado por otro genio, más pequeño al lado de Hawking, seleccionado entre tres mil aspirantes para convertirse en el informático del físico y cosmólogo. Sam Blackburn, que le acompaña a todas partes, indica que Hawking se comunica a través de un dispositivo aplicado en sus gafas, que capta el movimiento de un músculo bajo su ojo derecho, y transforma estos impulsos hasta permitirle escribir un par de palabras por minuto.

Habla a través de un ordenador con acento americano, algo que no le gusta al científico, pero ahora que ya tiene la posibilidad de elegir otro acento ya le ha cogido cariño «a su voz».

Hawking duerme cinco horas como mucho, pero en alguna época de su vida intentó desafiar a las leyes físicas, aunque como buen físico que es debiera haber sabido que nada se puede hacer contra ellas. Y es que tal y como explicó su hija, en el pasado el científico pensó que los días deberían tener 48 horas, por lo que decidió dormir una noche cada dos días. Lo intentó, pero su cuerpo le reclamó irse a la cama cada noche.

Su hija Lucy mostró muchas facetas de su padre, entre ellas las de un luchador. «El diagnóstico de su enfermedad fue hecho hace 40 años, así que ya está aceptado». Cuando le detectaron la enfermedad, Hawking iba a empezar el doctorado. La noticia, así como el hecho de que no encontrase una línea de investigación, le sumieron en un período de depresión. Pero el encontrar a su primera esposa, Jane, y madre de sus tres hijos, y un tema para su doctorado, recuperó la ilusión.

La adolescencia

Los conflictos entre padres e hijos adolescentes tampoco le son ajenos a una familia como la de Hawking. La propia Lucy reconocía cómo en un momento se rebeló contra su padre: «Descubrí la relevancia que tenía y me sentía como una pequeña partícula», señalaba.