Los científicos descartan por completo que el acelerador de partículas que hoy empieza a funcionar en Suiza, el mayor experimento de la física, suponga un riesgo
10 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Hoy empieza la cuenta atrás para el fin del mundo. Una máquina financiada por fondos públicos con 7.000 millones de euros empezará a disparar millones de protones en direcciones opuestas para que colisionen a una velocidad similar a la de la luz y provoquen un gran estallido que generará un agujero negro que engullirá a la Tierra.
Esta bonita historia para una novela de ciencia ficción es la que ha inspirado a un investigador estadounidense y a un llamado filósofo de la ciencia a presentar en Hawái una demanda contra el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que se pondrá en marcha en Ginebra y que constituye uno de los mayores experimentos en la historia de la física para conocer las claves secretas del Universo a partir de la recreación en laboratorio de un pequeño Big Bang. El mismo planteamiento es el que ha llevado al bioquímico alemán y teórico de caos Otto Rössler a presentar una denuncia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para que se paralice la inauguración del acelerador de partículas. Un argumento fascinante, efectivamente. Pero una lástima que solo sea ciencia ficción.
La Tierra, de hecho, es bombardeada a diario por rayos cósmicos con mayor fuerza que las partículas que se acelerarán en el LHC sin que, hasta el momento, se haya visto tragada por ningún agujero negro. ¿Una casualidad en sus 4.500 millones de años de historia? Pero sean ganas de alarmar o ganas de protagonismo, lo cierto que el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) se ha visto obligado en varias ocasiones a salir a la palestra para desmentir a los profetas del caos, pese a que desde el primer momento se creó un comité de seguridad con expertos de reconocido prestigio, incluido un Nobel. «El LHC es seguro, y cualquier sugerencia de que podría representar un riesgo es pura ficción», llegó a explicar el propio director del CERN, Robert Aymar. Con menos contemplaciones despachó a los agoreros el Nobel de Física David Gross. «Toda la discusión es totalmente tonta y absurda. La Tierra y la Luna todavía existen, pese a que hay colisiones de partículas cósmicas que generan mucha más energía». Aunque menos abruptos a la hora de zanjar la polémica, todos los físicos coinciden en el mismo argumento, incluido el catedrático de Física de Partículas de la USC Carlos Pajares, que también participa en el LHC. «Hay rayos cósmicos que llegan a la Tierra a muy altas energías y no pasa nada», arguye. «Pero, además, -añade-si en el experimento se producen agujeros negros serían miniagujeros negros de unas dimensiones muy pequeñas que acabarían evaporándose. No existe absolutamente ningún riesgo».
Que de la colisión de protones con la que se pretende recrear el Big Bang que dio paso al nacimiento del Universo surgiese un pequeño agujero negro sería, en cierto modo, una bendición para los científicos, ya que les permitiría verificar o descartar sus teorías. Sería importante para Stephen Hawking, que predijo que un agujero negro no es tan oscuro, sino que puede emitir radiación. «Se isto se confirma inmediatamente lle darían o Premio Nobel», explica el físico de la USC Jorge Mira.
Lo que ocurrirá a partir de hoy será uno de los experimentos más fascinantes para la física, libre de cualquier riesgo. «La Naturaleza ya ha llevado a cabo el equivalente a cientos de miles de programas experimentales similares al LHC en la Tierra, y el planeta todavía existe», constata el informe del Cern. Que el mundo se acabe hoy es ciencia ficción. O mejor, pura ficción.