«A mí me subleva que el Gobierno me diga cómo tengo que comportarme»

SOCIEDAD

Es el prelado más joven de Galicia, pero en menos de seis meses ya ha tomado ?las riendas de la oposición a la materia

22 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El obispo de Lugo nos recibe en la noble y sencilla antesala del despacho, donde todavía huele a pintura. Monseñor Alfonso Carrasco tiene un segundo apellido nada intrascendente: Rouco. Aunque eso no tendrá incidencia alguna en la conversación. O sí.

-¿Ha leído manuales de Educación para la Ciudadanía?

-He visto algunos. También tenemos a gente que los ha examinado y son muy diferentes unos de otros. Desde luego, algunos nos parecen muy poco aceptables.

-¿Por qué se oponen?

-Una asignatura que ayudara a comprender los derechos fundamentales y la Constitución española no tendría ninguna oposición por nuestra parte. La objeción surgió porque, en su desarrollo, recibió unos contenidos que van bastante más allá; una serie de afirmaciones sobre el hombre que entran en las formas de la ética y de la moral y que no son las que han encontrado reflejo en la Constitución, sino las de un partido que consigue imponer unas leyes con una mayoría. Pero hay una gran parte de gente que piensa de otra manera. Son contenidos que no reflejan la antropología cristiana, en la que muchísimos de los que están en la escuela han sido educados.

-Dígame algún contenido concreto.

-Los que más directamente fueron causa de debate son los relacionados con la ideología de género y los modelos de familia. La ideología de género es algo que está modelando toda la moral sexual y nosotros no estamos de acuerdo con ella, pero, aparte, ¿por qué el Estado tiene que enseñar eso? Eso no es la Constitución española. ¿El Estado puede enseñar eso cuando la mitad de la población no lo quiere?

-¿Está seguro de eso, de que la mitad de la población no lo quiere?

-Si le preguntas a la gente, verás que no lo quiere. Nosotros, los cristianos, en principio, no lo pensamos. Estamos de acuerdo en que hay unos valores comunes con los que tenemos que vivir todos; pero no solo enseñan eso. En los decretos incluyen toda una concepción del hombre. Uno puede defenderla si quiere, pero es la de algunos y no se puede usar el poder político para enseñarles a todos los niños las opiniones de un partido. El Gobierno puede transmitir los valores constitucionales, pero no debe después erigirse en educador moral de la conciencia de los niños. Es un poder político.

-El Gobierno no puede hacerlo, pero la Iglesia sí.

-Claro. Primero, porque la asignatura de Religión es libre.

-Pero la anterior reforma del PP la preveía como obligatoria y evaluable.

-Eso son mentiras que se han dicho sistemáticamente. Nadie quiso nunca, al menos en los últimos 30 años, que la asignatura de Religión fuera obligatoria. El Gobierno no debe meterse en esos temas. Debe dejar libertad a los padres. Si miras los programas, te explican cómo debes comportarte tú solo, tú con el prójimo, tú en tu casa, tú en tu familia y tú en el mundo. ¿Hay algo que no te enseñen?

-¿Por qué les parece mal que el Gobierno dé unas pautas de comportamiento?

-Lo que me llama la atención es que eso no le subleve. A mí me subleva que el Gobierno me diga cómo tengo que comportarme.

-En cualquier caso, el poder político del Gobierno es legítimo y la Iglesia, al fin y al cabo, nadie la ha elegido.

-El problema es que la forma verdadera de comportarse no puede depender del poder, sino de la verdad. Y de la razón. La Iglesia dice: tienen que poder educar los padres y la sociedad, a través del camino del conocimiento y de la razón que se ha ido haciendo en el tiempo. Antes no había Educación para la Ciudadanía, pero había Filosofía. Para estudiar lo que es bueno, ¿qué hay que hacer, preguntarle al Gobierno o leer a Platón? Para saber lo que es bueno y justo, ¿qué hay que hacer, preguntarle a la ministra o leer el Evangelio? Y pensar.

-¿Animan a los profesores católicos a que objeten?

-No hemos hecho ninguna nota sobre eso. Pero nosotros nos podemos arreglar, porque malo será que no haya un manual que nos valga. Ese no es el problema, sino que no creemos justo lo que se está haciendo y decirlo nos parece un ejercicio de libertad y una contribución importante a la vida pública. Y es casi imposible, porque no hay quien hable. Te arrasan a descalificaciones.

-A pesar de todo, se oyen voces dentro del catolicismo que no entienden del todo su postura.

-Yo comprendo que es difícil, que es un tema debatible, pero lo que no entiendo es que no se nos deje debatir. El hecho de que sea la ley, no debería suponer un impedimento para que se pueda debatir sobre ella. Nosotros hicimos una nota muy pensada y mire cómo nos han tratado los periódicos.

-¿No les parece que a veces están ustedes un poco alejados de la sociedad?

-No. Pienso que siempre se podrá mejorar, pero estamos en el mundo. No decimos estas cosas porque estemos alejados de la realidad. Yo conozco casos en Lugo de niñas que han llamado a su madre y le han dicho: «Mamá, ¿qué dirías si te dijese que soy homosexual, porque me ha dicho la maestra que yo puedo ser homosexual y que hagamos una observación en nuestras casas sobre qué quiere decir ser homosexual». La madre se siente incómoda. ¿Por qué una maestra le tiene que estar preguntando a una niña que por qué no es homosexual?