Diez años después del vertido de Aznalcóllar, la zona se ha regenerado

Arantza Prádanos

SOCIEDAD

Los ecologistas piden que se concluya el plan Doñana 2005 porque todavía existen riesgos medioambientales

25 abr 2008 . Actualizado a las 22:40 h.

A Miguel Ferrer, director de la Estación Biológica de Doñana en abril de 1998, una imagen se le grabó a fuego. «Lo que más me impresionó era ver venir el agua y a los peces saltar fuera. El agua ácida tenía un pH de 2,5 y los peces preferían morir asfixiados que abrasados», describe el investigador en el memorial con el que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas recuerda el décimo aniversario de la catástrofe.

Era la madrugada del 25 de abril. La balsa de residuos de la mina de pirita de la de la sueco-canadiense Boliden-Apirsa S.?L. reventó y desencadenó una pesadilla lisérgica. Una ola mortal de hasta tres metros de altura en algunos puntos desbordó los cauces de los ríos Guadiamar y Agrio, primero contra corriente para luego bajar hasta las puertas mismas del parque nacional. Un tsunami venenoso que no se cobró vidas humanas porque la fortuna así lo quiso. La rotura liberó seis millones de metros cúbicos de aguas ácidas, un volumen cien veces mayor que el del hundimiento del Prestige (63.000 toneladas de fuel).

Quedaron contaminados 63 kilómetros de cauce fluvial y 4.634 hectáreas de terreno. El 64% de la superficie malograda pertenecía a lo que hoy son espacios protegidos del área pre-parque de Doñana.

Ha pasado una decenio. La zona está regenerada. Así lo reconocieron ayer seis organizaciones ecologistas reunidas en Sevilla. El secretario general de Adena, Juan Carlos del Olmo, dijo que la regeneración de la zona afectada requirió un «trabajo ejemplar» de las administraciones, asesoradas por científicos y ecologistas. Pero advirtió que esta tarea (el plan del 2005) «se ha abandonado tras cortar la cinta» de lo que se conoce como corredor verde entre Doñana y Sierra Nevada. Mario Rodríguez, de Greenpeace, advirtió que los problemas de contaminación en el Guadiamar «no han desaparecido», pese a que la regeneración de la zona ha costado a las administraciones 300 millones de euros.

El vertido daba para un curso completo de química y toxicología. Contenía la mitad de los metales pesados conocidos y un tercio de los elementos químicos. Los que lo vivieron relatan 48 horas de infarto. Por una vez, los políticos escucharon antes a los científicos. El primer informe detallado del CSIC estaba sobre la mesa de José María Aznar y Manuel Chaves cuatro días después de la noche negra. El Consejo organizó por su cuenta un comité científico con 90 investigadores que trabajaron como posesos antes de recibir el encargo oficial, un mes y medio después.

El entonces presidente del CSIC, César Nombela, lamenta que no se haya reconocido el valor práctico de la ciencia en emergencias. «Significaría que en otras situaciones similares se actuase desde el primer minuto, sin esperar instrucciones de nadie para estudiar lo que ocurre y proponer soluciones si se tienen claras». No fue así. Cuatro años más tarde se hundió el Prestige en medio de una gestión política desastrosa.